¿Por qué, hasta cuándo, en qué momento
se reunirán todas esas miradas en haz trepidante,
para hacerse breve rayo definitivo?
Carmen Conde
13 febrero, 2013
Aniversario
Hoy, L. hubiera cumplido 53 años.
"Llegó un día a mi vida como si bajara de las nubes, con el sol y la lluvia como único equipaje. Y consiguió que la estación de la amistad verdadera, fuera la más bella de todas las estaciones. Tenía la dulzura de los más bellos paisajes y la fidelidad de las aves de paso, en su corazón una increíble ternura, incluso cuando en sus ojos se deslizaba una sombra de tristeza..."
Mira mis libros mientras quién sabe qué recuerdos sacuden su mente.
Alguien, procedente de algún lugar desconocido, sube una escalera y llena mi estancia de luz con su sonrisa ancha, con sus ojos limpios y con esa clara voz que sólo emana de los seres más profundos.
Y me habla, y me cuenta sobre una Alicia, más antigua que la mía, que un padre al que adoraba le regaló en su octavo cumpleaños.
Alguien, hasta entonces desconocido para mí, se acerca a mi corazón sin preludio ni rodeos, recordándome la dimensión exacta del ser humano, su esencia más profunda, y con sólo unas palabras, me dice mucho más que muchos otros en un año.
Y regresa días más tarde, con su libro y su sonrisa para tender un puente de plata entre su alma y la mía, mientras me ofrece sus recuerdos y su tesoro, con la misma emoción que yo los acojo en mi corazón y lo tomo entre mis manos.
Alguien...
En medio de una calle, se acerca hasta mí. Y me habla del pasado, de recuerdos comunes, de otros tiempos de sombrero y gabardina, de fiestas de noche y luna, de árboles de papel y cuentos susurrados.
Y me llena de ternura y de nostalgia, de aquellos instantes felices en los que la pasión era el único motor de cada día.
Alguien, de algún lugar desconocido, se ha vuelto a acercar a mí por mis Alicias, regalándome su tiempo y su mirada y esa voz, tan clara, que sólo poseen los seres únicos.
Alguien...
Deja su voz , esa voz que sólo tienen los seres más intensos, escritas en un papel y un rosal en una bolsa.
Ha mirado mis Alicias y ha vuelto después, cargada con rosas y palabras, para agradecerme, haber compartido lo que amo con ella y tanta gente.
Y me trae la imagen de una estancia a punto de ser abandonada, en la que sólo quedó una rosa en una botella de cristal.
Alguien...
Se acerca con sus cariño y sus alumnos a recorrer mi mundo imaginario.
No la veo ni la oigo, pero puedo imaginar su voz, esa voz que sólo poseen los seres más generosos, mientras cuenta una historia, casi mía, a unos jóvenes que nunca he conocido.
Y me regala, envueltas bellamente, las huellas de sus pasos, sus miradas interiores, sus asombros, que yo hago míos, de nuevo, añadiendo un nudo más al corazón.
Digo "Alicia" y escucho el eco de otras voces que se acercan desde lejos, para descender conmigo a un mundo subterráneo en el que los sentimientos crecen tan sólo con morder una galleta.
Algunas veces la vida nos da un zarpazo y nos deja heridos de muerte, a medio camino entre ser y no ser, entre estar y no estar.
Y el futuro deja de ser un camino por delante, para transformarse en un precipicio oscuro del que no sabemos nada, en el que parece no haber nada.
Pero, algunas veces, en ese preciso instante en el que el abismo está bajo tus pies, sale el sol sobre un azul intenso y la mirada se vuelve hacia ese azul, y el negro desaparece, mientras los pies se convierten en alas que levantan nuestros pesados cuerpos y nos elevan hacia el horizonte.
Y ya no importa el mañana, porque el hoy se convierte en tu futuro mientras el pasado te regala sus mejores recuerdos.
Y es ahí, en ese lugar sin tiempo, en el que dos almas se reencuentran de nuevo para ser una sola.
Y es ahí, en ese día a día, compartiendo pequeños momentos, paisajes comunes, miradas cómplices y manos que se llenan de ternura donde, dos seres que se aman, logran vencer el vacío y el miedo, la angustia, el dolor, la pesadumbre y las dudas.
Os imagino así a los dos.
Viviendo este tiempo que se presentó de sopetón, sin previo aviso, mientras llenáis de sentido cada hora, cada minuto, cada segundo. Bebiendo a sorbos la vida con el sosiego del que no espera nada, porque todo lo que necesita lo tiene en el otro, y es tanto, y es tan grande...
Por eso, no queremos llamar a vuestra puerta en estos momentos todas las veces que desearíamos. Para respetar esa isla mágica que habéis creado entre los dos y en la que nada más tiene cabida.
Por eso estamos sin estar, atentas por si hubiera mensajes de auxilio, o señales de humo, y sin embargo con la certeza de que sois dos robinsones con vuestro propio Viernes.
Mientras aprendemos, desde lejos y junto a vosotros, que la vida, con zarpazos y sin ellos, sigue mereciendo la pena.
¿Descubriste quién enciende el sol? ¿Quién apaga la luna?
¿Quién hace brotar en mayo la cuarta hoja del trébol?
A veces, todavía sueño contigo.
Al principio, cuando comencé a soñar, no podía ver tu cara, tan sólo tu gorra de marinero, como la de Alberti y tu sonrisa, suspendida en el aire, como la del gato de Cheshire en el País de las Maravillas.
Apenas han sucedido grandes cosas desde que te fuiste, o al menos ninguna me parece tan importante como para contártelas a ti, que siempre colocabas a las pequeñas cosas en lugares preferentes.
Dentro de nosotras, de nosotros, se han ido sucediendo las estaciones de tu ausencia.
El otoño de despedidas, el invierno de frío en el corazón, la primavera, en la que renacieron las semillas que sembraste antes de irte, y el verano, amarillo y cálido de grandes horizontes.
Ha vuelto el otoño, ya sabes de despedidas, y todo vuelve, más liviano -eso sí- como las hojas que sobrevuelan nuestras cabezas.
El tiempo parece cumplir lo que de él se espera y nos regala cierta calma para el desasosiego y un recuerdo dulce para la tristeza.
Olvidaste llevar contigo algunas cosas del corazón que nos habías prestado. Supongo que lo hiciste a propósito.
"Llegada a este punto soy consciente de que no acabo nada de lo que empiezo" -me decía S. hace unos días, sentada ante un trozo de pastel sin terminar-.
"Esta inconstancia me persigue desde pequeña, desde aquellos castillos de arena que comenzaba a construir, llena de ilusión, en la playa y que dejaba a medio hacer sin torres ni almenas.
Desde aquellas primeras aficiones que comencé a cultivar y que fui abandonando poco a poco en el camino.
Desde aquella primera carrera universitaria en la que tenía puesta mil ilusiones de futuro, y que dejé a medias olvidando lo poco que aprendí.
Un día, de repente, descubrí que lo mío era la música. Me matriculé en una escuela para aprender a tocar el piano. A duras penas, me mantuve allí 2 años y ahora, el piano que compré con tantas ilusiones y esfuerzo, yace en un rincón cubierto de libros y polvo. No he vuelto a abrir la tapa.
Otro día pensé que lo mío era el arte. Me apunté a clases particulares de dibujo, compré cuadernos, lápices, todo tipo de pinturas, un caballete y una bata blanca que se llenó de manchas de colores. Todavía conservo algunos de los bocetos que hice en los seis meses que aguanté en aquella escuela.
Decidí aprender idiomas y conseguí llegar al último curso de 2 idiomas importantes y al segundo de dos idiomas sin apenas utilidad práctica.
Luego decidí dedicarme a la escritura. Comencé un libro de poesías y una novela, un diario y una historia epistolar, un cuento infantil y una obra de teatro. Hace unos días encontré, haciendo limpieza, algunos de aquellos textos desordenados en una carpeta de flores que yo misma había realizado en un curso de encuadernación al que también asistí durante otro tiempo.
Empecé otra carrera, intenté traducir del italiano la obra de un amigo, sembré algunas flores y plantas para diseñar un jardín japonés, planté un huerto del que nunca obtuve nada, me compré una cámara fotográfica para dedicarme a la fotografía artística, fui a clases de cocina francesa, canté en un coro, formé un grupo de teatro con el que nunca estrenamos una obra, tuve mis devaneos con la política, hice mis pinitos en una radio local, me dediqué un año al interiorismo decorando casas de amigos y viajé por muchos países buscándome a mi misma sin encontrarme...
Llegado a este punto S. se quedó en silencio y fijó su mirada en algún punto lejano en el horizonte. Después de un largo rato, añadió -"mi vida ha estado marcada por la inconstancia, y ahora, más o menos en la mitad del camino me doy cuenta de que no he hecho nada, no he conseguido nada, no he apostado por nada ni concluido nada..."
Yo también me quedé en silencio mientras la imaginaba: viajando, decorando, actuando, tocando, traduciendo, escribiendo, dibujando, encuadernando, sembrando, leyendo, cocinando...viviendo
Mientras la imaginaba, de pequeña, sentada en la arena, construyendo un castillo sin torres ni almenas.
Le encanta la música y es capaz de, con sólo oír los primeros acordes de un tema, identificar al grupo o la canción. Tiene además buen gusto para escoger lo que escucha y no se deja llevar por las canciones de moda o las que suenan en las listas comerciales.
También dibuja muy bien. Lo hace desde que era muy pequeña y copiaba de los ilustradores de cuentos. Ahora crea ella misma personajes tipo "Manga", con los que expresa emociones y sentimientos.
Lee apasionadamente a Bukowski y te comenta sus obras con soltura y gran rigor analítico. Lee a otros también: clásicos de la literatura española, o novelas de autores centroeuropeos que nos son best-sellers.
Le encanta escribir. Un día, en una soleada tarde primaveral, recostadas en una tumbona en el campo, me leyó un cuento de 7 hojas que había escrito sin faltas de ortografía y con una excelente gramática y amplio vocabulario. Parecía escrito por alguien mucho más adulto y con más experiencias en la vida y en lecturas.
Huye a menudo de la ciudad, buscando espacios verdes, arboledas y ríos en los que dice sentirse más a gusto que en el asfalto.
Es una apasionada de la Edad Media, de la que defiende su estética y el valor -despojado de artificios- del ser humano, por el simple hecho de eso, de ser humano.
Y es que además, L. es muy humana. Lo intuyo en mis conversaciones con ella, en el alto sentido de la solidaridad y la justicia que posee, en su honradez de pensamiento y en ese fuerte sentido de la amistad como base de sus relaciones.
Es de pensamiento liberal y cree en la posibilidad de cambiar el mundo desde su pequeño espacio, contribuyendo con pequeñas acciones solidarias a mejorar las relaciones entre los seres humanos.
Todo esto, y mucho más es L. Pero resulta que, mira tú por donde, es una inadaptada en la escuela. Sus profesores la tratan como a una chica vaga y sin inquietudes por el simple hecho de que, la mayoría de las cosas que le enseñan en clase, no le interesan, porque ella se está autoformando con lecturas y música, con charlas y debates, con palabras y hechos diarios que le están dando la medida del mundo en qué vivimos y la capacidad de discernir entre lo que realmente importa y lo que sólo es aprendizaje memorístico para ir superando exámenes y etapas escolares.
Nuestro sistema educativo no contempla la posibilidad de chicos/as diferentes, que reivindiquen otro modelo de escuela en el que los valores individuales sean reconocidos, fomentados y animados.
Estoy segura de que si L. hubiera tenido profesores que la hubieran reconocido y reforzado en sus intereses, que la hubieran motivado y animado a desarrollar sus propias cualidades, a estas altura, L. no sería una "fracasada escolar". Pero esta sociedad no permite individuos sino masas adoctrinadas que cumplan los requisitos mínimos, se adapten a las enseñanzas mínimas o memoricen textos mínimos que enseguida serán olvidados, muchos de los cuales no les serán de ninguna utilidad, una vez superados los dichosos exámenes de conocimientos... mínimos.
Lo siento por L. y por tantos jóvenes como ella, porque sus niveles de autoestima van bajando a medida que los profesores se encargan de hacerles saber lo "poco" que valen.
Lo siento también por nuestra sociedad que podía estar llena de chicos motivados, creativos y con aptitudes diferentes a la mayoría, y que acabarán en cualquier trabajo rutinario alejados de sueños e ilusiones.
L. ojalá seas capaz, todavía, de demostrarles que hay otra vida, fuera de esta vida que te ha tocado vivir.
Y es ahora, en este preciso momento en el que tu historia del mago llega hasta mí, cuando recuerdo la mesa de madera en el rincón del Lavadero, tus ojos brillantes confirmando la fuerza de tus palabras, tu sonrisa ancha, como la de aquella Amanda de Víctor Jara, y la expresividad de tus manos que se mueven al ritmo de tu voz, como cuando narras historias que encandilan.
Es ahora cuando llega a mi, el agridulce sabor de las manzanas, el bullicio de aquella trastienda en la que alguien celebraba su cumpleaños, la sorpresa de las luces apagadas y las velas en las manos de una fila de camareros que cantaban el "cumpleaños feliz".
Y recuerdo el sabor del chocolate y la complicidad en la travesura, tú vigilando y yo nerviosa, de esconder las migajas del pastel.
Puedo verte, ahora, brillando con esa luz que siempre llevas dentro, con la cabeza inclinada sobre el libro de Alicia, escribiendo con mi pluma, una dedicatoria que yo espiaba anhelante, mientras el silencio -nunca molesto entre tú y yo- permitía un respiro necesario.
Nunca estás lejos cuando me encuentro contigo.
Nada sobra y nada falta cuando te veo, a veces demasiado tarde para mi gusto, en los lugares más insospechados.
Siempre tenemos cosas que contarnos. siempre silencios que compartir, siempre complicidades implícitas en nuestras historias, que fluyen sin esfuerzo.
Te he visto llorar, reír, te he visto sufrir y he compartido contigo muchos momentos felices.
Te he visto madurar, volver a la infancia, envejecer, crecer y disminuir de tamaño. Igual que la Alicia de Carroll, con sus galletas.
Y siempre que estoy contigo tengo esa magnífica sensación de sentir que sacas lo mejor de mi sin que yo te lo pida.
Sí, fue una bonita noche. Acabas de traérmela a la cabeza, de golpe, como el de una varita mágica en la chistera de un mago.
Podías haber sido un gnomo del bosque, con esos gorros de lana que te ponías tan a menudo. O quizás uno de los mejores enanitos de Blancanieves, o un pequeño elfo jugando con las hadas al escondite...
Si no hubiéramos conocido tu fuerza de gigante, tu amor intenso por la vida y por las emociones, tu espíritu aventurero y explorador, tu alma de pirata y bucanera en liza con los mares, si no supiéramos que tenías todo esto, dentro de tu pequeño cuerpo, podrías haber sido todo aquello.
Nos has dejado.
Para poder volar sobre los tejados las noches de luna llena, para poder surcar los océanos en tu barco con alas, para meterte en la pantalla de un cine gigante del que no te conformabas con ser espectadora.
Nos has dejado más tristes, más solas, más huérfanas, pero también más sabias, con más confianza en la vida, con mayor capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas y de apreciar los pequeños placeres de la vida, con más fuerza para luchar contra los ogros y los malos vientos. Como tú hacías.
Te echaremos mucho de menos amiga.
En muchos paisajes, en muchas lecturas, en muchas músicas, en algunos trenes, en las tardes de cine y en los días de vino y rosas.
Echaremos de menos tu sonrisa, tu mirada sabia, tus manos pequeñas que recorrían a veces, con tanta ternura, nuestras manos.
Echaremos de menos tus silencios tan llenos de palabras y tus palabras talladas con exquisito mimo en el silencio. Tus comentarios certeros y tus historias divertidas aderezadas con esa fina y sutil ironía que te caracterizaba.
Ya nunca será nada igual sin ti.
-Será de otra forma -añadirías tú con una sonrisa-
Sí, tendrá otra forma, otros colores, otras risas y otros sabores...
Pero no serán igual
-Ni tienen por qué serlo-volverías a decir con mirada pícara...
¡Ay Lourdes!
Este día de octubre, el mes en el que tenías previsto Comprar una casa en la constructora "Los Tres Cerditos y El Lobo", algo nuestro ha desaparecido, contigo, para siempre.
Nuestra amistad dura ya 20 años y se ha ido consolidando y haciendo más fuerte con los avatares de la vida.
Juntos hemos vivido momentos creativos, momentos divertidos, momentos amargos y muchos de confidencialidad y camaradería.
Siempre ha sacado lo mejor de mí y me ha permitido ser yo misma sin exigirme nada, sin obligarme a nada.
Siempre me ha dado lo mejor de él, sin pedirme nada a cambio, sin esperar nada.
Hoy he estado con él y, como siempre ocurre con la verdadera amistad, parece que no ha pasado el tiempo. Han sido unas horas intensas, llenas de palabras y sentimientos, de proyectos y recuerdos. Horas que se me han pasado en un soplo y en las que, incluso hemos tenido tiempo de visitar una librería juntos, intercambiando regalos en el mostrador.
Yo le he regalado "Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg, uno de los libros que más me gusta regalar a la gente que quiero.
Él me ha regalado una preciosa edición de La Fábrica editorial: "Nuevas Greguerías" de R Gómez de la Serna y Chema Madoz que ya estoy deseando saborear.
Muchas veces siento que esté lejos. Que no podamos compartir paseos, una tarde de cine, un café de invierno o unas risas de mus. No poder verle con la frecuencia que me gustaría y tener que limitarme a escuchar su voz en la distancia.
Pero quizás por eso, cuando nos vemos, el tiempo es tan nuestro, tan lleno, tan único, tan cómplice, y siempre nos quedamos con ganas de más, como si quisiéramos robarle al tiempo lo que él nos roba tan a menudo.
Por esto, y por muchas otras cosas, me dice que pertenecemos a la banda de los 40 ladrones de Alí Babá. Y yo siento que me gusta compartir con él esa aventura.
Porque también hay días muy alegres, en los que una buena noticia te ilumina la mirada, y el corazón se mueve alborozado y sientes que nada más necesitas, un día como hoy, que todo está en su sitio, que encajan las piezas de la vida y que, de alguna forma, queda restablecido el equilibrio. Y hoy L. tú eres la buena noticia. La mejor noticia.
Mujer-marea, mujer-misterio. Libre como los pájaros que vuelan por encima de mares y montes. A veces solitaria y esquiva, a veces cercana y sin embargo ausente. Hay algo inaprensible en ella, algo inalcanzable, algo escurridizo y volátil en su forma de estar y ser junto a los otros. Le supongo y le intuyo una vida interesante, llena de aventuras y misterios. Años de viajes, de largas y cortas estancias en muchos lugares. La imagino, sin embargo, paseando por las calles de un pequeño pueblo salmantino que tiene el nombre del sepulcro de un obispo, con la mirada en el horizonte y el alma llena de nostalgias. Suele escuchar mejor que habla. Y es la suya una escucha atenta llena de curiosidad e interés por lo que se esconde detrás de las palabras. Suele escuchar mejor que habla, pero cuando habla puede dejar sin palabras a su interlocutor mientras su sonrisa matiza lo que dice como si no hubiera querido decir eso. Tiene una mirada franca, de esas que miran hasta el fondo buscando lo esencial, lo que es invisible a los ojos. Tiene una sonrisa grande y mueve las manos suavemente, como un avión planeando sobre la noche. Y tiene un corazón generoso al que le cuesta decir "no". Me gusta la libertad que emana, el aire fresco que la envuelve, su capacidad para perderse en cualquier sueño y para desaparecer, como un hada, en el horizonte. Pero lo que más me gusta de ella es que siempre está dispuesta a la aventura, como la capitana de una historia de piratas , con su equipaje y su nave siempre prestos para partir, sin preguntarse jamás cuál es la misión o el destino del viaje.
Siempre tiene una palabra amable, un gesto cariñoso, una sonrisa a punto. Le es fácil ser amable con todos, por eso no me sorprende que sea capaz de sacar fuerzas para enfrentarse cada día, en su trabajo, a miles de problemas sociales y humanos. Porque Cr. es ante todo tremendamente humana, con un enorme corazón y una inmensa capacidad para comprender los problemas de los demás. Siempre tengo la sensación, con ella, de que es una inmensa gruta cálida y acogedora, en la que cualquiera que lo necesite puede protegerse de los rigores invernales del corazón. A veces también me parece tímida. Como si todo lo que es no le pareciera suficiente para sentirse segura, como si temiera expresar lo que siente por temor a que no fuera importante, como si sólo se sintiera pisando tierra firme cuando se enfrenta a los problemas cotidianos en los que pueda ser de gran ayuda. Me gusta mucho de ella la relación que mantiene con su hermana, con su hermano... como disfruta de sus logros o de sus éxitos, como sufre con ellos sus tristezas y sus problemas. Me gusta mucho también, por lo que puedo intuir a retazos, la relación que tiene con sus hijas y con su compañero de vida, a los que acompaña permanentemente -imagino- con esa solidez que transmite, con esa ternura que emana de su grave voz y su sonrisa. Y me gusta la relación que mantiene con paisajes que yo amo que, sin ser suyos, han conseguido formar parte de su vida y sus recuerdos. Me gusta mucho Cr. aunque siempre se siente enfrente de mi y nunca a mi lado, aunque parezca -a veces- que estamos lejos, aunque nunca hayamos mantenido una larga charla sobre la vida, sobre el amor, sobre la muerte... Quizás porque dentro de mi, yo presiento un puente tendido por el que puedo cruzar, cuando quiera, hasta su orilla.
Me encanta cuando la miro y la sorprendo con los ojos cerrados a lo que le rodea y abiertos, con mirada soñadora, para traspasar horizontes en los que se sienta, escobillas en mano, en el escenario de un concierto. Me encanta su capacidad para disfrutar, inmensamente, con realidades y sueños, como si no hubiera límites definidos entre lo real y lo onírico. A veces, tengo la sensación de que el tiempo no ha pasado por ella, y que ha sido capaz de conservar lo mejor de la niñez: la infinita curiosidad, la alegría, la inocencia, la mirada limpia y la palabra sincera. Me gusta mucho estar con ella, porque nadie -tanto y tan bien-es capaz de disfrutar a mi lado con la música que a mi me gusta, que a ella le gusta. Porque nadie -tanto y tan bien- descubre los sonidos detrás del ruido y del silencio, iluminando su cara con una inmensa sonrisa para decir emocionada -"escucha... sabes quién es?". Sé que no tiene todo lo que se merece, porque la vida no suele ser justa con las mejores personas. Sé también que tiene tantos sueños que será imposible poder realizarlos todos en esta vida. Que necesitará muchas otras vidas para lograrlos. Aunque a veces dudo que no sea capaz de cumplirlos: tan alta es su emoción y la intensidad de su espíritu. A mi me devuelve, cada vez que estoy con ella, la fe en lo mejor de las personas, me mantiene inquieta en la búsqueda de nuevos estímulos y me exige -sin exigirme nada- que no me quede parada, que siga soñando, y buscando y deseando. Tiene el pelo corto y rebelde, y sus ojos risueños ocultan secretos que nunca sabremos. Recuerdo un día en su tierra. La emoción con la que nos paseó a todos por los paisajes de su infancia, su forma de señalar con el dedo eso y aquello y eso otro... como si quisiera introducirnos en los momentos más felices de su niñez a través de sus manos que se agitaban como mariposas diurnas en un bosque encantado. Conozco su debilidad y su fuerza, su capacidad de amar y su ternura, su exuberancia y su timidez, su alegría y su tristeza, sus caminos y sus fronteras. Nada sería igual ya en mi vida, en nuestras vidas, sin su presencia llena de luz. Podría seguir diciendo muchas cosas más de María, pero prefiero hacerlo con música. Con su música.
Un poco de luz en este post. Luz de día, luz de luna, luz de candileja y de chimenea, luz de ambiente y luz de gas...
Hoy escribo sobre ella. Sobre M.L. Tiene el pelo blanco y los ojos llenos de chispas, como las brasas de un brasero. Ceniza y fuego. Tiene una pícara sonrisa llena de dulzura y una forma de hablar a juego con su sonrisa. Apenas nos cuenta cosas de sí misma, como si tuviera una inmensa despensa en su corazón en la que va guardando sus secretos, que a veces se desvelan en una conversación fortuita o en una casualidad casual. Y ¡ay de nosotros cuando lo hace!, porque entonces descubres que la luz no sólo está en sus ojos o en su pelo sino que inunda su alma y su corazón y se desborda, de repente, por todos los poros de su piel. Pero es tan delicada que evita producirnos sobresaltos, tan reposada que evita contagiarnos de tristeza, tan respetuosa con los demás que evita arrastrarnos en sus caídas, como si se sintiera en la obligación de protegernos de los desastres y los baches que la vida va poniendo en su camino. Cuando pienso en ella, la imagino siempre haciendo algo. construyendo con las manos un mundo en calma lleno de olores, sabores y sensaciones. La imagino, por ejemplo, en la cocina haciendo conservas y mermeladas, o dando un paseo por el campo recogiendo romero y orégano que luego meterá en bolsitas bordadas con iniciales para perfumar cajones y armarios. También la imagino concentrada en la lectura o charlando, sosegadamente, con su gente más cercana. A veces, cuando la miro, la pienso sentada delante de una chimenea contando pequeñas historias de esas que siempre te dejan con hambre de otra vez y otra vez y otra vez... También puedo pensarla riendo a carcajadas, a pesar de tantas cosas. Cada navidad, nos pone un nudo en el corazón en forma de un damero que elabora con cuidado y nos regala a cada una, haciendo un peuqeño homenaje a su padre que durante años lo hizo para sus hijos. Hoy he puesto luz en este pequeño post. Por ella. Gracias a ella.
Nos conocemos hace mucho, mucho tiempo y, sin embargo: nos hemos visto, nos hemos dejado de ver, has desaparecido, te he reencontrado, me he marchado, he vuelto, hemos compartido confidencias, intimidades, risas, llantos, consejos, nos hemos desobedecido, nos hemos ayudado, nos hemos ignorado, nos hemos soportado, hemos sido cómplices, amigas, compañeras, hemos sido extrañas, ajenas, indiferentes...
Pongámonos serias E.
Lo nuestro no ha sido una amistad al uso ni al desuso. No hemos comido pizza juntas, ni spaguetti bolognesa. No hemos intercambiado la ropa, ni hemos visto, juntas, las estrellas del verano. No hemos bailado en las plazas de los pueblos ni hemos jugado, en pareja, a las canicas.
Pero E. Hemos compartido el gusto por los libros ilustrados las ideas peregrinas los métodos subversivos los cambios inestables las atmósferas limpias el color y el calor de las miradas y la pasión por los viajes.
Por eso E. hoy aquí y ahora te prometo la fidelidad de las mareas el retorno de la luna lo que fue y puedo haber sido Y mantengo mi promesa de seguir siendo tal y como tú me esperas.
La sonrisa... Siempre que pienso en ella, la primera imagen que tengo es su sonrisa. Una sonrisa enorme, ancha, larga, que recorre su rostro de arriba abajo, empezando por sus ojos llenos de luz y terminando en su boca tan ancha como su alma...
La dulzura... Siempre que pienso en ella pienso en su dulzura. Una dulzura tierna y sosegada, que te abraza delicadamente, que te acaricia como una pluma o como el viento, una dulzura que te recorre despacio y sin ruido.
La sabiduría... Siempre que pienso en ella, pienso en su sabiduría. En su forma de analizar las cosas, con una mirada sin aristas, sin alfileres, sin puntadas. Tengo la sensación que Ma. se distancia los suficientemente de las cosas para verlas con mucha más claridad, con más ecuanimidad, con más tolerancia.
La lealtad... Pienso en ella y pienso en la lealtad. No la imagino haciendo disecciones cruentas, ni juzgando actitudes. No la imagino siendo juez ni fiscal, sino defendiendo, con esa suavidad que la caracteriza, el comportamiento de sus amigos con la fidelidad que le supongo, que le intuyo.
Una vez oí: "los amigos son aquellos que, cuando te comportas como un tonto, saben que es pasajero". Creo que quien escribió esta frase lo hizo pensando en ella. En como se relaciona ella con la gente q quien llama amiga... Pensando en Ma.
Tiene aspecto de princesa árabe y una sonrisa dulce y acogedora. No sé si la bondad tiene un rostro, pero si lo tuviera podría ser, facilmente, el suyo. Ha sido una de las últimas en llegar al grupo y sin embargo, y a pesar de su actitud reservada, ha entrado sin ninguna dificultad en nuestros corazones. Nunca interrumpe una charla, espera siempre encontrar el momento para expresar sus opiniones, procurando que éstas no se impongan ni avasallen las de los otros. Me gusta oir su "deje" placentino y la calma que imprime a sus historias. También me gusta su sencillez y la placidez con la que siempre te recibe.
Alguna vez he pensado que si estuviera indecisa, ante el fuego o el hielo, me gustaría tenerla cerca y escuchar su opinión sobre qué camino tomar. Porque M.A. es de esas personas en las que una confía y en las que una cree, sin necesitar demasiadas pruebas que confirmen su integridad. Tengo la sensación que cada cosa que pone en la balanza, encuentra el contrapeso adecuado para que nada se descompense excesivamente.
Creo que una vez me dijo que era Libra en el zodiaco...
(Dibujo de mujer con velo. Fernando Vicente. El País)