28 junio, 2012

Los buenos poetas, como los buenos músicos, tienen una voz propia, inconfundible.
Una voz llena de matices, con un ritmo personal, con un vocabulario propio, con los que dibujan imágenes que forman parte de su bagaje o de sus emociones y con los que son capaces de transportarnos a otros paisajes, a otras miradas, a descubrir nuevas sensaciones o a quedarnos en suspenso saboreando una frase, o un fraseo -que viene a ser lo mismo-.

La buena poesía, como la buena música, tiene una cadencia particular, un tono íntimo -como de tú a tú-

No es fácil la buena poesía, como no es fácil la buena música. Una se ve obligada a escuchar atentamente, a repetir un pasaje, a cerrar los ojos un momento para saborear despacio la sensación de la última estrofa, del último verso, que te han dejado una puerta abierta a la imaginación o al asombro.

Escucho poesía como escucho música. El oído atento a los matices. Dejándome llevar por la melodía, por los tempos: lento, adagio, afetuosso, andante, moderato, allegro, vivacce, presto...

Todas estas reflexiones acuden a mí tras leer la Antología poética de Álvaro Valverde: Un centro fugitivo, una selección de poemas del escritor placentino, publicada por La isla de Siltolá, en su colección Arrecifes.

La antología se abre con un magnífico prólogo del también escritor, Jordi Doce bajo el título "Diré lo que me huye" ("Diré lo que me huye. Nada diré de mí", escribió Gabriel Ferrater), lema permanente en la obra de Álvaro Valverde y continúa, como si de un largo paseo se tratara, con una selección -magnífica- de toda la obra de Álvaro desde aquel primer "Territorio" de 1985, publicado por la Diputación de Badajoz que a punto estuvo de no ver la luz por la dejadez -histórica- de los políticos, hasta su última obra: "Desde fuera" (Tusquets, 2008).

He leído todos los libros que se han publicado de este poeta extremeño. Los he leído en orden cronológico, o de forma arbitraria. He abierto sus páginas al azar o siguiendo rigurosamente la paginación propuesta. He recurrido a sus poemas para ilustrar una foto o le he robado algunos versos para describir un estado de ánimo. Sí, lo confieso, soy una lectora voraz de la poesía de Álvaro Valverde porque conecta perfectamente con cosas que yo siento, porque me obliga a salirme de mí misma y mirar alrededor, porque me emociona, me inquieta, me seduce, y me provoca -no sé explicar por qué- una paz de persianas entornadas, de rumor de río, de patio con limoneros, de viento suave, de nostalgia y recuerdos, de memoria y de paisaje.

Y abro la antología con el miedo de no encontrar en ella aquellos poemas favoritos, los que casi me sé de memoria, con la impaciencia de descubrir aquellos que pasaron más desapercibidos, o la emoción de rescatar algunos del olvido.

Voy descubriendo con su lectura una nueva forma de decir que proviene de la unión "forzosa" (es lo que tienen las antologías) de poemas de distintas épocas, de distintos años. Y descubro que la voz de Álvaro Valverde sigue siendo la misma: más joven, o más adulta, más cercana o más distante, sigue conservando la entonación, el ritmo, la afinación que le caracteriza, y que esa reunión de poemas escritos a lo largo de los años parece ir tejiéndose con suavidad y acierto, como si de un largo poema se tratase.

Leo "Un centro fugitivo" de un tirón, descubriendo que sí, que están, aquellos versos que he ido copiando, en una libretita negra, desde que tengo el uso de razón de la poesía.


Los de Las aguas detenidas (Hiperión,1989), cuando recurría al silencio de la casa nocturna para descansar del ajetreo de ser una madre joven e inexperta...
...la certeza/ de vivir la memoria y su traición/desde la levedad que es el olvido.
¿De qué nos vale entonces mirar hacia lo alto?
...si nada es perdurable, a qué reconciliar/ el tiempo y las visiones de su paso
Perdiéndose lo apenas entrevisto/ detrás de la maleza, presintiendo/ la sed definitiva de la ausencia/ como una condición o una condena
Donde quiera que mire/ el paisaje remite/ a un único lugar/ en que las aguas/ se aquietan mansamente, detenidas/ en la dudosa orilla de otro tiempo.
Los de "Una oculta razón" (Visor, 1991), por los que he sentido siempre una debilidad especial...
Si los recuerdos/ pudieran retornar en cualquier parte,/ si no fuese preciso oír el rumor/ de ciertos ríos u oler el leve aroma/ de otros días/ bastaría mirar como quien sabe/ que ya no hay nada más, que en la ventana/ la luz se desvanece para siempre.
Con tanta asiduidad he recordado/ este mismo lugar que no es extraño/ sentir la vuelta a casa,/ como un hecho casual, como si ahora/ volviera una vez más y simplemente/ cerrara una vez más la misma puerta.
En su voz recorría/ mis figuras secretas; / hurtaba a mi memoria el ritmo de otras horas, / mis recuerdos ocultos, lo que dije en silencio / y prometí callar...
"Cada uno sabe en qué momento de su vida/ la muerte ha entrado en su jardín secreto"
 Con la misma mesura que mostrara al marcharse, / fue aceptando aquel hecho. Supo ser vulnerable, a pesar de la herida; pero a solas, consigo.
Como al principio, / no acierto a comprender qué impulsa el hecho / de estar aquí siguiendo, vulnerable; qué complacencia puede en esta espera / justificar siquiera algún deseo.
Los de "A debida distancia" (Hiperión, 1993), con los que viajé sin moverme del sillón de la enfermedad de mi madre. Viajes de la memoria y al pasado, reciente aún en esos tiempos...
Me asusta esta quietud. Miro a lo alto/ y observo rocas rojas entre las higueras,/ ardientes tras la tarde de verano.
No sé lo que me espera. En realidad, / detrás de cada curva acecha un animal/ desconocido...
En silencio, /en las tardes de junio, /cuando nada parece terminarse del todo, / no hay engaño posible...
De qué te movió a huir/ sólo sabe el cansancio, esa herida del tiempo/ que una vez alojada se somete aplacando/ todo vano deseo.
Mi tema es la memoria. Leí en una novela/ que nada poseemos con certeza/ a excepción del pasado. Del nuestro, / de aquel que cada cual construye a solas.
En la hamaca, en silencio, se demora la tarde./ Cede apenas la luz; lo hace a un paso lentísimo. / Cuanto dora perdura y es que todo merece/ ser eterno un instante, y el de ahora será, / si queréis para siempre.
Los de "Ensayando círculos" (Tusquets, 1996), en una época en la que mi escepticismo y mis esperanzas se alternaban casi a diario...
No soporto / las puertas que se cierran, la mirada / -inútil en su afán de dar respuesta-/ que filtra de la lama el leve atisbo / de lo que fuera fulge.
La memoria ejercita / su medida estrategia y propone de súbito / devolvernos el tiempo.
Y en donde encuentro el poema que me trae toda la niñez de golpe:
La casa de atrás

Un tópico camino flanqueado
por viejos eucaliptos. Una casa
con arcos a la entrada y muros ocres.
Ventanas que se abren a un paisaje
de encinas y dehesa.
                                Tras la puerta
un patio donde en tardes de verano
el ciclo de la vida se demora.
Estancias clausuradas, con secretos
velados al intruso, al pasajero
que no ha de estar por siempre sometido
al dios de este lugar.
                                Una palmera
es réplica de todo cuanto importa.
Higueras o una fuente, la respuesta
que cabe al estupor de haber llegado.


Los fragmentos de Los marinos inmóviles (Nómadas, 1996), llenan, apenas, dos páginas. son fragmentos nocturnos, extraño en un poeta que parece preferir siempre la luz del día.
Hay navíos que vuelven, a través de la noche, con marinos inmóviles, cuando la luz se cubre de una ausencia innombrable y es acre respirarla.
En Mecánica terrestre (Tusquets, 2002), vuelve de nuevo el paisaje común: la casa, los jardines, el silencio de la siesta y la penumbra. Las sombras y las luces, el mediodía o el atardecer. Recuerdo la lectura de este libro en el Valle del Jerte. Aquel verano de luchas interiores y derrotas. Recuerdo también el resurgir del ave fénix. Una vez, y otra vez, y otra...
Con tanto sol del sur en la memoria / y tanta luz ardiéndome en los ojos, /¿cómo cifrar la negra sombra opaca/ que hacia dentro parece proyectarse?
...porque una vez más, /como otras tardes, /sigo el mismo camino / que me lleva /desde la misma casa / hasta mí mismo
Volver a los veranos vencidos de la infancia / y no olvidar que entonces ya eras presencia mía
Y un magnífico homenaje a la fotografía, a la mirada que hay detrás de una cámara, al alma de esa mirada en el poema homenaje a Bernard Plossu, el fotógrafo francés viajero y nómada.

Soy el hombre que mira a través del balcónla estela de agua y humo de un barco que se aleja...
En Desde fuera (Tusquets, 2008), busco la mirada externa, aquella que me dice que hay vida en la otra orilla, en otro universo lejano. Pero encuentro, de nuevo, ese viaje al interior, esa búsqueda permanente de lo que se oculta dentro de nosotros, que se oculta de los demás, de todo, incluso de nosotros mismos.
Sobre aquel pedregal erosionado, / bajo la ardiente luz de los veranos,/ una sombra precisa dibujaba, / el estupor final del extravío.
Dentro, la luz -de la lámpara, de la amistad, del fuego-, / el sueño cobijado entre los muros. / Fuera, la noche 
Y de donde rescato ese inventario que me llena de nostalgias de mi tierra, de mi gente, de ese lugar al que siempre quiero volver, del que nunca me he ido...
A modo de inventario,
mis motivos: los castaños,
que igual que las higueras
siempre pinto sin hojas y desnudos.
Las encinas, que no pocos confunden
con esos imponente alcornoques
que rodean los sueños de mi infancia.
Los olivos, que son la levedad
de estos parajes.
Y, como no, las viñas,
también siempre peladas y sin fruto.
Y las retamas (muy rara vez en flor).
Y, al cabo, los rastrojos.
Mis temas, ya lo veis,
son los residuos, cuanto queda
del paso fugitivo de la vida.


Nos regala Álvaro, al final de la antología, cinco poemas inéditos en los que aparecen miradas sobre ciudades que supongo importantes en su vida: Tánger, Lisboa, Sicilia y los paisajes de siempre: Plasencia y el Valle. Todavía no he hecho míos estos poemas. Excepto Lisboa - y es más el recuerdo de su amigo, también poeta: Ángel Campos Pámpanos que la ciudad- y Plasencia, las otras dos no las conozco. Y, al fin y al cabo, qué es la poesía sino un viaje por la geografía de uno...

Cierro el libro después de leer el epílogo del autor. Afuera el sol arde en mi ciudad. Las calles están vacías. El blanco de las casas hace daño a unos ojos habituados, ya, a otras piedras. Permanezco en silencio, como siempre que he disfrutado de algo intensamente. No hay ningún ruido a mi alrededor.


Al cabo de varios minutos, para que nada desafine, pongo el disco "Another day" del pianista que más me gusta de la historia del jazz: Oscar Peterson.











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26 junio, 2012

Un poco de ternura


FLOR Y CRONOPIO

Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar,
pero piensa que es una crueldad inútil
y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente
con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla
para que baile, zumba como una abeja, huele su
perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se
duerme envuelto en una gran paz.
La flor piensa: "Es como una flor"

Julio Cortázar

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19 junio, 2012

Inversiones rentables

Lousada, según la Wikipedia que todo lo sabe, es una villa portuguesa en el Distrito de Oporto, Región Norte y subregión de Tâmega, con cerca de 7.800 habitantes.
Es sede de un pequeño municipio de 94,89 km² de área y 44.712 habitantes (2001), subdividido en 25 freguesias. El municipio linda por el norte con el de Vizela, por el nordeste con Felgueiras, por el este con Amarante, y por el sur con Penafiel, por el sudeste con Paredes y por el oeste con Paços de Ferreira y Santo Tirso.





Pero lo que no cuenta la Wikipedia, que todo lo sabe, es que además y sobre todo, Lousada es un pequeño paraíso cultural y humano, enclavado en un paisaje maravilloso en el que, cuando se construye una casa se procura no dañar un árbol. Una pequeña villa luminosa y tranquila, con una magnífica Biblioteca Municipal situada en el centro, al lado de los Bombeiros voluntarios, un moderno auditorio y un teatro. 


Los políticos de la pequeña ciudad portuguesa llevan realizando una política basada en la rentabilidad de la cultura, la educación y el deporte. Por ello han decidido recortar en todo aquello que es menos rentable, incluidos sus sueldos (no cobran nada por su gestión política) e invertir en un polideportivo municipal de más de 350.000 metros- al que acudieron el año pasado 250.00 personas- dotado con toda clase de instalaciones para todo tipo de deportes; o invertir en educación: el Instituto, moderno y atractivo, acoge a 1600 estudiantes que trabajan las disciplinas de forma integrada, relacionando música, imagen, cine, literatura o ciencias con la naturalidad con la que todo el saber se relaciona.


La biblioteca escolar de dicho instituto está dotada con un fondo amplísimo, no sólo de libros de referencia o estudio sino de literatura de todos los países, audiovisuales, revistas y puntos de acceso a la información en la Red.


Las profesoras, tanto de las guarderías, colegios de primaria, secundaria o institutos, colaboran con la biblioteca municipal en la selección de fondos, diseño de espacios y de actividades. Toda la villa se implica, no sólo en la biblioteca, sino también en el Conservatorio de música (con 400 alumnos), Conservatorio en el que, además de música clásica, enseñan otras músicas como el jazz o el fado.


El arte de los niños y las niñas de todo el Concelho, está presente también en monumentos románicos y medievales de la zona. Así, en la Torre medieval de Vilar, las paredes interiores de la torre recogen los trabajos que los niños y las niñas han ido dejando en sus visitas con sus colegios, ocupando un lugar prioritario digno de la importancia que tiene acercar el arte a los niños con naturalidad.


Mafalda Arnauth, la gran fadista portuguesa apareció en el escenario del auditorio en el que nos invitaron a una audición de fados de los alumnos del Conservatorio. Era su manera de apoyar las iniciativas culturales de la pequeña ciudad, el esfuerzo diario por consolidar su cultura y su folklore de niñ@s, padres y madres y profesores.
Escuchar y ver a Mafalda, en ese pequeño escenario, poniéndose a la altura de los pequeños y pequeñas "aprendices" de fado, fue una prueba más del carácter generoso y humilde de los portugueses.


Nos decía el concejal de cultura de Lousada, que era el municipio portugués en el que más niños y niñas nacían y donde menos gente moría. También, que es la región portuguesa con menos índice de paro. "Y esto es porque invertimos en cosas rentables", añadía el concejal
Sí, los habitantes de este Concelho portugués tienen mucha suerte. Ya han descubierto que la cultura, la educación y el deporte son una excelente inversión a largo plazo.



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12 junio, 2012

Músicas que marcan una vida




¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?- decía Alicia en su periplo por el País de las Maravillas. 


Y esta frase me viene a la cabeza porque acabo de terminar el libro de Nick Hornby: "En picado". Un libro en el que, como siempre ocurre con este autor británico (“Alta fidelidad” o “Fiebre en las gradas”) , los diálogos son brillantes, auténticos, naturales y tan bien construidos que casi podemos escucharlos.

Un texto que combina humor e ironía con ternura y empatía por los personajes, inteligente, pretencioso y muy, muy humano.

Una novela de humor negro protagonizada por cuatro personajes que en Nochevieja coinciden en el mismo lugar y con las mismas intenciones: suicidarse.

Nick Hornby es un tipo curioso. Profesor de literatura ingles, periodista, crítico musical, melómano impenitente.. Todos sus libros se inspiran en sus obsesiones -guarda sus discos ordenados alfabéticamente por el nombre del grupo o cantante- y en uno de sus libros se limitaba a comentar sus 31 canciones favoritas ("31 canciones" publicada por Anagrama en 2004). En este libro el escritor inglés se centra en los temas musicales que han marcado su vida, paseándose por las notas de, entre otros, Bruce Springsteen, The Clash, The Beatles, Led Zeppelin, Bob Dylan, Patty Smith, Nelly Furtado, Van Morrison o los escoceses Teenage Fanclub.



Uno de estos 31 temas es, por supuesto, 'Thunder Road' (Bruce Springsteen, 'Born to run'. 1975) que, como las otras 30 canciones del libro, ha pasado a ser de su propiedad: "Es un proceso parecido al de enamorarse. No eliges necesariamente a la persona mejor, ni a la más sensata, ni a la más guapa: persigues otra cosa", afirma el escritor.


P.d. Me gustaría hacer una lista de esas 31 canciones que han marcado mi vida. Será un ejercicio curioso de memoria y reconocimiento. Tanto elegir unas como descartar otras puede ser interesante para descubrir los derroteros que han seguido mis recuerdos...

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06 junio, 2012

Un largo y curvo camino



Para Manu, quién después de un largo y curvo camino, llegó con tesón, trabajo y esfuerzo al primer campamento base.


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01 junio, 2012

Emociones

Dennis Stock

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...
¡Qué importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!.
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento!

José Saramago

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