28 noviembre, 2005

Estoy Bartok de todo

En medio de toda esta crispación que los de siempre intentan sembrar.
En medio de tanta mentira, de tanta amenaza, en medio de esta guerra contra nada y contra todo, guerra diaria, insistente, machacona, permanente (se pierde la memoria y el sentido común), en medio de todo esto, repito, no queda más que refugiarse en pequeñas islas de literatura, de música, de paisajes. Acurrucarse entre los brazos de los que te quieren, compartir charla con los pausados, abrir las escotillas, arriar velas...

Estoy Bartok de todo,
bela
bartok de ese violín que me persigue
de sus fintas precisas,
de las sinuosas violas
de la insidia que el oboe propaga
de la admonitoria gravedad del fagot,
de la furia del viento,
del hondo crepitar de la madera
Resuena bela en todo bartok: tengo
miedo.
La música
ha ocupado mi casa.
Por lo que oigo,
puede ser peligrosa.
Échenla fuera

Ángel González

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21 noviembre, 2005

Tiempo de despedidas

Los árboles dicen adiós a las hojas. Las calles se inundan de colores: rojos, amarillos, verdes, marrones... Una gran alfombra se mueve al compás del viento.
Es tiempo de despedidas. También para mi.
Por distintos motivos me veo obligada a decir adiós a muchas cosas, a alguna gente. Es también tiempo de despedida interior.

"Aunque nada pueda devolverte aquel tiempo del esplendor en la hierba y la gloria de las flores, no debes dolerte por ello; en la belleza que quedó atrás tienes que encontrar toda la fuerza"- decía William Wordsworth en aquel poema que muchas/os escuchamos por primera vez en la película "Esplendor en la hierba" de Elia Kazan.

¿Consistirá en esto hacerse mayor? en irse despidiendo poco a poco de las cosas que antes te rodeaban, de decir adiós a tantas ilusiones, a muchos/as amigos o gente que compartió contigo momentos, instantes, palabras, abrazos...
Hoy tengo el corazón en un puño. He tenido que decir adiós a una buena amiga. Es la tercera que se marcha en poco tiempo. No es nada definitivo, afortunadamente. Se traslada por cuestiones de trabajo. No nos decimos adiós, volveremos a vernos, y prometemos visitarnos, escribirnos, hablarnos... Parece que nada tiene que cambiar. Pero dentro de mi, en ese lugar que se ha ido construyendo a base de tiempo, sé que muchas cosas cambiarán. Cambiarán las sesiones de cine en las tardes oscuras del invierno, el café con leche condesada de "Il Café di Roma", las largas caminatas por las Quilamas, las botas Chirucas, los largos, tranquilos llenos de risas y palabras en la piscina acristalada, las colas en la entrada del Liceo, los silencios delante de la chimenea...
Hoy no tengo fuerza para hacer "de tripas corazón".

Recuerdo un poema titulado DESPEDIDA de Yolanda Reyes

El dolor de la pérdida no es inmediato
Se va dando gota a gota
Primero se acumula adrenalina
y luego viene el ensayo general
que es despedirse
De todo hay en el reino de las despedidas
al gusto del consumidor
Están las despedidas morbosas,
con lágrimas y abrazos
que se ensañan en el rito de los adioses
Y están las otras casuales, las de quien no quiere la cosa
Y las frases de no nos digamos adiós sino hasta luego
los que no quiero que me llores, los no llores por mi Argentina
Están los narcisistas, de esos que se despiden más que circo de pobre
y no faltan los hipócritas: que no me merezco ni una lágrima
y están los rumberos que piden salsa para el día de su entierro
Y están los que se van de vacaciones como si se fueran toda la vida
y están los que se van toda la vida, como si se fueran de vacaciones
y están los que se van por un año
y los novios que se separan
y los que se van en una balsa
y los que se van del país
y los que se van para siempre
y los que se van y no vuelven.
Y están los que se quedan.
Los que se quedan en la orilla y caen en la trampa de pensar
que después de todo no era tan grave, que al fin y al cabo, se sobrevive
Y sí. Al comienzo se sobrevive pensando que hará el otro
y la adrenalina se invierte en fabricarle un escenario cotidiano
para imaginar si está comiendo o si ya se habrá acostado,
para hacer la cuenta regresiva de qué horas son allá... (si en ese país hay horas)
Y ahí es cuando la pérdida empieza a instalarse en el sofá
y las imágenes van pasando de nítidas a difusas
y hay que concentrarse en reconstruir la cara
porque los rasgos se borran poco a poco
y las costumbres se acostumbran a prescindir del ausente.
Entonces, cuando se cree que ya pasó, que es pan comido, viene la punzada
El dolor de tener que decirle algo urgente al despedido,
la necesidad de contarle un chiste,
el dolor de que ya no está para cuando se ofrezca
el dolor de no poder ir de visita (así no fuéramos nunca)
el dolor de no compartir el té con bizcochos o el concierto de Fito Páez
el último libro que leímos o la cancion que está sonando ahora.
Este dolor que duele poquito (eso creemos)
esa punzada de dolor entre la prisa y la rutina
esa nata borrosa que empieza a inundarlo todo
y que muchos llaman ausencia.
La ausencia que es aprender a vivir sin un pedazo de vida
la ausencia que es arrancarse un pedazo de piel, o un pedazo de alma.
Y lo peor es que aprendemos a vivir cada vez con más ausencias,
y cada vez más agujeros negros se instalan en el lugar del alma
como las neuronas, que una vez perdidas, nunca se regeneran.
El dolor de la pérdida no es inmediato,
se va dando gota a gota
y, de repente, cuando por fin nos damos cuenta,
se ha apoderado de todo.

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08 noviembre, 2005

La magia de la música...


...capaz de transportarte a otros paisajes, a otros tiempos, capaz de aliviar la nostalgia o avivarla- a veces es cálida la nostalgia-, capaz de devolverte sensaciones, escalofríos, sentimientos escondidos...
Tengo una amiga que no ha vuelto a escuchar un tipo de música. -"Me hace mucho daño"- me dice cuando le pregunto.
Sí. También a veces duele. O te pone muy alegre.
Hay un tipo de música para cada instante y muchos para casi todos los momentos.
Relaciono personas con la música. Uno con puentes imaginarios aquella persona con una música concreta.
Ahora escucho a Mafalda Arnauth. Los fados en su cálida voz me llevan siempre a la Lisboa blanca que tanto me gusta.
Me lleva por la Praça do Rossio, por el Chiado, me sienta en A Brasileira al lado de Pessoa, me sube al tranvía amarillo y empinado que baja hasta la Estaçao de Cais do Sodres. Me empuja por las calles empinadas que conducen al Castelo de Sao Jorge, para dejar caer la mirada sobre los tejados rojos, la Ponte 25 d'Avril, el estuario del Tejo plateado y moribundo.
Se sienta conmigo en el muelle de Santa Apolonia, dibuja los colores del atardecer mientras se funde con los sonidos de los trenes que parten hacia nada...
Rebusca cachivaches en el viejo, siempre viejo, Mercado das Ladras. Descansa a mi lado en la escalinata de la Sé, la vieja catedral a los pies de la Alfama.
Mafalda Arnauth... 31 años, nacida en Lisboa, con una voz limpia, con un montón de ilusiones y ganas de transmitir la cultura de su país. El fado más alegre en una voz llena de vida.

Discografía de Mafalda Arnauth:

  • "Mafalda Arnauth" (1998). Su primer álbum, producido por Joao Gil, que gana el Premio Revelación del Semanario “Blitz”.
  • "Esta Voz que me Atravessa" (2001). Producción de Amélia Muge y José Martins, y con los músicos Ricardo Rocha (Guitarra Portuguesa), José Elmiro Nunes (Guitarra) y Paulo Paz (Contrabajo).
  • "Encantamento" (2004).
  • Diário (2005). El disco que consagra definitivamente a una Mafalda Arnauth realmente madura, que abandona el hermetismo del fado y se lanza a experimentar felices encuentros con otros registros musicales, en obras de compositores extranjeros: Tom Jobim, Vinicius de Moraes, Charles Aznavour, Fran Lasuen...

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¡Qué lejos estamos a veces!

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el anden central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente. La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer como que nada estaba pasando.
Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dió cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "-No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco. ¡Gracias! - dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad. De nada - contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida... La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el anden y pensó: "¡Que insolente, que mal educado, que ser de nuestro mundo!". Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.

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04 noviembre, 2005

Otra visión de Nápoles


Un libro de un clásico contemporáneo.

Herido de muerte
Raffaele La Capria
Ed. Parténope

"Y entonces, desde el momento en que sabes, adios al hermoso hoy de antes que te envolvía como el agua al pez que nada (...) es inútil obstinarse, nunca más volverás a encontrar una mañana uno de esos días de antes, ni uno sólo. Aguanta lo que te espera, a cada cual lo suyo, sólo la manera es diferente. Haz de ello, si quieres, un misterio, pero no un drama, vive si te apetece, y si te apetece déjate morir, déjate morir"

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