31 diciembre, 2009

Fin de un año

Todo el tiempo que viví, toda la geografía de desavenencias, hierros, fechas,todo el tiempo está aquí en el atardecer de este pájaro pintado por la mano del Giotto.
Soy el individuo, el adicto a la melancolía al cerrar una puerta,
el que se contradice y vacila, el que oye la aurora con voz de mujer que despierta, me parezco al paraguas que llevan los revendedores en las regiones húmedas, me parezco a la bruma que le brota de los ojos a las muchachas que han nacido en el campo, he dormido con la brevísima en el domicilio de la brevedad, he escrito mi nombre en la arena, la marea ha subido, ha llegado el agua, ahora puedo contemplarme en lo desaparecido hasta embellecer lo exhausto, ahora igual que un aullido mi conciencia se debilita a lo lejos como luces de una bahía, soy el individuo.

Juan Carlos Mestre

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Último día del año

Llueve intensamente sobre Badajoz en estos últimos días del año.
El viento sopla con fuerza y el día amanece tarde, perezoso, lento. Como si arrastrara el peso de un año que, como todos, ha estado lleno de luces y sombras. Nada nuevo bajo el sol o bajo, en este caso, el cielo cubierto.
El tiempo se sucede rigurosamente cumpliendo los ciclos que inventamos para él y nosotros, barquitos de papel en un océano, lo celebramos con mayor o menor alegría.
Nos deseamos salud y felicidad para el año que comienza. Nos proponemos hacernos un chequeo, viajar más, dejar de fumar, hacer más deporte, ver más a los amigos lejanos, leer más, estudiar un idioma o apuntarnos a clase de cocina japonesa.
Nos ponemos metas: ser más felices, más solidarios, más generosos, más tolerantes y más críticos.
Hacemos examen de conciencia, dolor de corazón y propósito de la enmienda (¿era así?)
Brindamos con champan o cava, comemos 12 uvas, nos abrazamos a discreción y sin ella, y sentimos en nuestro interior como si pasase una hoja de nuestras vidas y estrenáramos de repente una vida nueva, como un calendario nuevecito y crujiente.
Esta noche será así. Mañana será otro día.
Buen año a tod@s.

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26 diciembre, 2009

A.

Veo a mi amigo A. de higos a brevas.
Nuestra amistad dura ya 20 años y se ha ido consolidando y haciendo más fuerte con los avatares de la vida.
Juntos hemos vivido momentos creativos, momentos divertidos, momentos amargos y muchos de confidencialidad y camaradería.
Siempre ha sacado lo mejor de mí y me ha permitido ser yo misma sin exigirme nada, sin obligarme a nada.
Siempre me ha dado lo mejor de él, sin pedirme nada a cambio, sin esperar nada.

Hoy he estado con él y, como siempre ocurre con la verdadera amistad, parece que no ha pasado el tiempo. Han sido unas horas intensas, llenas de palabras y sentimientos, de proyectos y recuerdos. Horas que se me han pasado en un soplo y en las que, incluso hemos tenido tiempo de visitar una librería juntos, intercambiando regalos en el mostrador.
Yo le he regalado "Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg, uno de los libros que más me gusta regalar a la gente que quiero.
Él me ha regalado una preciosa edición de La Fábrica editorial: "Nuevas Greguerías" de R Gómez de la Serna y Chema Madoz que ya estoy deseando saborear.

Muchas veces siento que esté lejos. Que no podamos compartir paseos, una tarde de cine, un café de invierno o unas risas de mus. No poder verle con la frecuencia que me gustaría y tener que limitarme a escuchar su voz en la distancia.
Pero quizás por eso, cuando nos vemos, el tiempo es tan nuestro, tan lleno, tan único, tan cómplice, y siempre nos quedamos con ganas de más, como si quisiéramos robarle al tiempo lo que él nos roba tan a menudo.
Por esto, y por muchas otras cosas, me dice que pertenecemos a la banda de los 40 ladrones de Alí Babá. Y yo siento que me gusta compartir con él esa aventura.

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22 diciembre, 2009

Mis propósitos para la Navidad

No visitar centros comerciales.
Comprar algunos libros y discos en las pequeñas tiendas de siempre.
Adornar la casa con flores frescas. No poner espumillón, ni estrellas plateadas, ni bolas de colores.
Pasear por el campo y hacer una excursión por la raya portuguesa (norte, centro o sur).
Buscar la soledad de una buena lectura.
Escribir alguna carta.
No escuchar villancicos chillones, manidos y tópicos. Indagar en otros folclores y otras músicas y aprovechar para descubrir otras culturas musicales.
Ver una buena película en la que no aparezca Papá Noël.
Construir regalos para los niños y hacerlo con ellos. Que disfruten inventando y creando algo bonito y pensado para el otro.
No comprar mariscos ni manjares caros. Experimentar en la cocina con alimentos humildes y convertirlos en algo exquisito.
Quedar con los amigos/as para paladear un buen vino delante de la chimenea.
No enviar sms de felicitación. En todo caso llamar por teléfono a quién no pueda ver y desee escuchar.
No asistir a ningún cotillón de Nochevieja.
Hacer un pastel de zanahoria siguiendo la receta de mi abuela.
Ah!!!
Y no hacer ningún propósito...

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21 diciembre, 2009

Los toros mansos

Con el tiempo y los años una aprende a ir distinguiendo la frivolidad.


Al principio parece ser cosa de algunos, que la pregonan a los cuatro vientos: su forma de vestir, sus expresiones, las maneras que tienen en el trato con los otros, las conversaciones que mantienen -sin contenido- los libros que no leen; las películas que les gustan; los lugares que frecuentan en su tiempo de ocio; las opiniones sociales y políticas que sostienen; las aseveraciones que hacen; los cotilleos que intercambian...

Parece fácil distinguir así a las personas cuyo único objetivo en la vida es pasarlo bien sin implicarse emocionalmente en la vida de los otros, sin ser capaces de entender el dolor, la miseria, la lealtad, la soledad, la necesidad de comunicación, la importancia de la cultura, la capacidad del aprendizaje diario, la solidaridad, las diferencias, las igualdades...

Pero, ya digo, que el tiempo y los años te van enseñando que no todo es tan sencillo, que no todo está a la vista, que los peores lobos son los que vienen disfrazados de corderos. Aquellos que presumen de ser unos intelectuales, que leen a autores de culto, que frecuentan cine de culto, que asisten a conciertos de artistas de culto, que critican el racismo, la xenofobia, el sexismo, que gritan en las manifestaciones de apoyo a los inmigrantes, a favor de la mujer, en contra de los abusos de cualquier índole... Y que un día, un día cualquiera se caen a tu lado con todo el equipo, mostrando su verdadero ser -aquel que ocupa su corazón y su alma- con una expresión, con unas palabras, con un gesto pequeño, con un desprecio, con una deslealtad, con una incoherencia que deja al descubierto quienes son en realidad y tras que piel se ocultan.

Mi madre repetía en ocasiones: "Del toro manso líbreme Dios, que del fiero, me libro yo". Pues eso, que prefiero verlas venir...

18 diciembre, 2009

Unos poemas y una canción

“Las palabras son alimentos sutiles, a veces
dulces, a veces ácidos.
También son tendadoras: pueden hacernos
perder un paraíso, o regalarnos otro.”

Tarde de invierno

Juega mi dedo en el vidrio empañado y
dibuja una luna y dentro de ella a mi madre que
viene por la calle y cabe justo en el dibujo que voy
agrandando a medida que se va acercando hasta
darme este abrazo que cabe exactamente detrás
del vidrio del portarretrato.

El viejo poeta

Cuando tiembla de frío

pronuncia la palabra sol

Cuando tiembla de poesía

se interna en el ocaso.

Los poemas son de Jorge Luján, de su libro: Palabras manzana. Editado por Anaya.

La canción "Paraules d'amor" es de Joan Manuel Serrat al que acaban de conceder el Premio Nacional de Músicas Actuales.


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13 diciembre, 2009

Hoy

Dejar cumplido. El qué,
no importa. Irse dejando atrás
pocas cosas. Sólo objetos. Con
las cosas se hereda la tarea
del olvido. Clausurar el recuerdo.
Desprenderse en vida.
Lo indispensable acompañando.

Chantal Maillard


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11 diciembre, 2009

Chet Baker



Anoche estuve viendo un magnífico documental sobre el legendario trompetista y cantante de jazz: Chet Baker (ya está disponible en todas las tiendas en DVD)

No se trata de un biopic más, sino de una película, obra del fotógrafo y director Bruce Weber, que ha obtenido numerosos reconocimientos de la crítica (tanto de parte de los críticos de cine como de los críticos de música) en diferentes festivales y foros especializados.

Bruce Weber, no se limita a un rol de mero narrador imparcial, sino que su visión del músico se hace sentir y es una parte esencial, casi un personaje, de la película. Como debe ser en estos casos, la obra se construye desde la admiración (casi fascinación) del biógrafo por el artista a retratar.

La película surgió como una sesión de fotos, pero tras el buen feeling que hubo entre Weber y Baker, terminó convirtiéndose en este filme.

Let’s get lost incluye entrevistas, además de con el propio Chet Baker, con las esposas, hijos, amigos y novias del trompetista.

La vida de Baker fue muy turbulenta. Conoció el éxito como trompetista de jazz ya desde joven, tocando junto a otros mitos del género como Charlie Parker y Gerry Mulligan, y, sin ser un interprete de una gran técnica sino más bien un músico intuitivo, fue consolidando un estilo íntimo y elegante que le convirtió en un trompetista único.

Su personalidad introvertida y esquiva, sumada a su pasión por los automóviles, y sobre todo por las mujeres, fue creando un mito y una figura sumamente atrayente. El factor desencadenante de las drogas, tan común en “esos” músicos de jazz, acabó complicando la vida de este singular músico, que se suicidó al arrojarse por la ventana de un edificio de Ámsterdam.

Let’s get lost ganó el Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Venecia de 1989 y fue nominada a un Oscar entre otras distinciones.

Una obra clásica en su género.


06 diciembre, 2009

La arena y la roca

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron. Uno acabó dando al otro una bofetada. El ofendido se agachó y escribió con sus dedos en la arena: “Hoy mi mejor amigo me ha dado una fuerte bofetada en la cara”.

Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis, donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo. Al recuperarse del posible ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras en una enorme piedra. Al acabar se podía leer: “Hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida”.

Intrigado su amigo, le preguntó:

–¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora escribes en una roca?

Sonriente, el otro respondió:

–Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir la ofensa en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargará de borrarla y olvidarla. En cambio, cuando un gran amigo nos ayuda o nos ocurre algo grandioso, es preciso grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de ninguna parte del mundo podrá borrarlo.



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03 diciembre, 2009

Leyendo

Alicia en Westminster
Saki
Ed. Alpha Decay, 2009

Hector Hugh Munro, Saki, nació en Birmania en 1870.
En 1900 publicó una historia de Rusia y artículos de sátira política que firmó por primera vez con el nombre de Saki.
Yo había leído ya los Cuentos completos, publicados en 2005, pero este libro es una pequeña joya.
Catorce textos en los que este maestro del humor negro conecta a la perfección con el maestro del humor absurdo y surrealista, Lewis Carroll.
Una magnífica sátira de la situación política de la época que sigue siendo válida para muchos de los sucesos que acontecen en nuestros días.
La serie de ilustraciones inspiradas en las de John Tenniel para Alicia, también de corte satírico, añaden valor y humor a la lectura.
Para leer de un tirón con una sonrisa en los labios.


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