30 noviembre, 2013

Carta


CARTA (esboço)

Lembro-me agora que tenho de marcar um
encontro contigo, num sítio em que ambos
nos possamos falar, de facto, sem que nenhuma
das ocorrências da vida venha
interferir no que temos para nos dizer. Muitas
vezes me lembrei de que esse sítio podia
ser, até, um lugar sem nada de especial,
como um canto de café, em frente de um espelho
que poderia servir de pretexto
para reflectir a alma, a impressão da tarde,
o último estertor do dia antes de nos despedirmos,
quando é preciso encontrar uma fórmula que
disfarce o que, afinal, não conseguimos dizer. É
que o amor nem sempre é uma palavra de uso,
aquela que permite a passagem à comunicação ;
mais exacta de dois seres, a não ser que nos fale,
de súbito, o sentido da despedida, e que cada um de nós
leve, consigo, o outro, deixando atrás de si o próprio
ser, como se uma troca de almas fosse possível
neste mundo. Então, é natural que voltes atrás e
me peças: «Vem comigo!», e devo dizer-te que muitas
vezes pensei em fazer isso mesmo, mas era tarde,
isto é, a porta tinha-se fechado até outro
dia, que é aquele que acaba por nunca chegar, e então
as palavras caem no vazio, como se nunca tivessem
sido pensadas. No entanto, ao escrever-te para marcar
um encontro contigo, sei que é irremediável o que temos
para dizer um ao outro: a confissão mais exacta, que
é também a mais absurda, de um sentimento; e, por
trás disso, a certeza de que o mundo há-de ser outro no dia
seguinte, como se o amor, de facto, pudesse mudar as cores
do céu, do mar, da terra, e do próprio dia em que nos vamos
encontrar, que há-de ser um dia azul, de verão, em que
o vento poderá soprar do norte, como se fosse daí
que viessem, nesta altura, as coisas mais precisas,
que são as nossas: o verde das folhas e o amarelo
das pétalas, o vermelho do sol e o branco dos muros.
Nuno Júdice

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20 noviembre, 2013

El arte de perder


El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

Elizabeth Bishop


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18 noviembre, 2013

Olvidos inexplicables ( imperdonables)

Il. Ed. Nórdica
Lo peor de los Premios Nobel de literatura es que, a los que amamos los libros, nos parece increíble que a muchos de nuestros autores favoritos jamás se lo dieran. Véase:

Anton Chéjov, Marcel Proust, Joseph Conrad, Henry James, Rainer Maria Rilke, Fernando Pessoa, Robert Musil, Virginia Woolf, James Joyce, Cesare Pavese, Vladimir Nabokov, Malcom Lowry, Louis Ferdinand Céline, Leon Tolstoi, Jorge Luis Borges, Truman Capote, Cioran, Josep Conrad, Fitzgerald, Galdós, Kafka, Kavafis, Álvaro Mutis, Proust, Valle-Inclán, Stephan Zweig o Robert Walser, César Vallejo, José Ángel Valente, Paul Celan, W. H. Auden y muchos que seguro yo olvido- ¡Juan Rulfo y Witold Gombrowicz!- pero que serán recordados siempre por la gran literatura.

Algunos grandes autores, todavía vivos, pueden pasar desapercibidos por los inteligentes miembros de la Academia y pasar a engrosar la lista antes citada: Philip Roth, Lobo Antunes, Jean Echenoz.

De lo cual podemos deducir que o millones de lectores que compartimos el gusto por estos escritores somos tontos o que los miembros de la excelsa Academia tienen otros intereses ajenos al arte de expresar sensaciones o narrar historias mediante palabras impresas.

Y lo peor, también, es que debido a estas injusticias cometidas reiteradamente, podemos perdernos la lectura de grandes obras, de grandes autores, a los que sí se les ha concedido el dichoso premio y que pueden pasar de largo por nuestras vidas envueltos en la niebla de lo incomprensible.

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14 noviembre, 2013

Zona de confort

Fotografía: BjoernG
Hay poca gente valiente.

Poca gente capaz de salir de su pequeño refugio. Capaz de levantarse de su cómodo sofá, salir de su sala calentita y tirarse a la calle o al monte -qué más da- para descubrir nuevos paisajes, para vivir nuevas aventuras, para sentir nuevas y emocionantes sensaciones, en definitiva para seguir sintiéndose vivo.
A veces nos cruzamos con alguien así, valiente.
Alguien que no teme a las ventiscas ni a las borrascas. Alguien a quién no echan para atrás ni el sol justiciero, ni los grandes desiertos, ni las aguas revueltas, ni los vientos huracanados. Alguien que exprime la vida al máximo y el confort de su casa, de su habitación de su sofá... sólo le parecen los barrotes de una jaula en la que nunca podrá sentir la auténtica vida, la de las emociones, la de los sentimientos, la de los más intensos placeres y las conquistas más anheladas.

Y ese alguien nos desasosiega, nos hace mirarnos desde una perspectiva distinta, nos irrita, nos obliga a salir de nuestras rutinas -con la pereza que esto nos produce-
Puede que por algún tiempo seamos felices acompañándole en sus maravillosas propuestas de aventura y riesgo. Puede que nos engañemos por algún tiempo imaginando que, también nosotros, somos como ese alguien: aventureros, arriesgados, exploradores, descubridores, piratas...
Pero un día, antes o después, esa vida agitada y turbulenta, que nos procura tantas y maravillosas experiencias, se nos hace demasiado complicada y decidimos pagar, con el precio de la rutina gris, el regreso a nuestra zona de confort. Como si fuéramos a vivir eternamente.


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11 noviembre, 2013

A veces

Fotografía: Zsuzsanna Mészáros

A veces, es difícil mantener la alegría, hacer de tripas corazón, seguir creyendo en todo, seguir haciéndose ilusiones. A veces, todo se llena de niebla y desesperanza y preguntas sin respuesta, y las fuerzas te abandonan, y se borra la sonrisa y la confianza, y el mundo se apaga. 
A veces la vida no tiene ningún sentido y te preguntas una y mil veces qué hacemos aquí, para que hemos venido, para qué estamos, cuál es el objetivo de cada rutina diaria, de cada proyecto que construimos y defendemos y porqué luchamos y qué demonios significan tantos meses y tantos años y tantos cambios de estación y tanto todo y tanta nada.

Tanto dar, tanto confiar, tanto creer. Tanto cansancio...

A veces deseas huir, escapar de todo, perderte, volar, dejar todo atrás, olvidar, volver a empezar, desistir, enfadarte con la vida y con la gente. Yo qué sé.
Pero eso sucede, sólo a veces.
Y a veces sucede que ustedes son amigos y luego
no lo son,
y la amistad ha terminado.
Y se pierden días enteros y entre ellos
una fuente se desagua sola.
Y a veces sucede que eres amado y luego
ya no te aman,
y el amor ha pasado.
Y se pierden días enteros y entre ellos
una fuente se desagua sola en la hierba.
Y a veces quieres hablar con ella y luego
no quieres hablar,
y la oportunidad ha pasado.
Tus sueños se inflaman, y de pronto se desvanecen.
Y también sucede que no hay lugar adonde ir,
y después hay un lugar adonde ir.
Y luego te has pasado de largo.
Y los años se inflaman y se van
más rápidos que un minuto.
Así que no tienes nada.
Te preguntas si esas cosas importan y luego
dejan de importar,
y la ansiedad ha pasado.
Y una fuente se desagua sola en la hierba.
Brian Patten

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05 noviembre, 2013

Fechas en el calendario


Hay fechas en el calendario, que están marcadas en rojo para cada uno de nosotros. Fechas que nunca olvidamos, que siempre nos reclaman, que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos, también, adónde vamos...
Cada 5 de noviembre cumplo años. Y esta fecha es para mí una fecha amiga, divertida, sorprendente, una fecha que se llena de afectos, de palabras, de abrazos.
Cada año distinto, cada año parecido. Felicitaciones, buenos deseos, mi tarta favorita, mi música más querida, los regalos y los abrazos de la gente que quiero y me quieren.
Algunos años son más tristes que otros, con pérdidas definitivas o temporales de seres queridos. Pero los que están, siguen estando, y la tarta favorita, y la música y el regalo maravilloso de la vida.

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.
Ángel González



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