Retrospectiva
"Llegada a este punto soy consciente de que no acabo nada de lo que empiezo" -me decía S. hace unos días, sentada ante un trozo de pastel sin terminar-.
"Esta inconstancia me persigue desde pequeña, desde aquellos castillos de arena que comenzaba a construir, llena de ilusión, en la playa y que dejaba a medio hacer sin torres ni almenas.
Desde aquellas primeras aficiones que comencé a cultivar y que fui abandonando poco a poco en el camino.
Desde aquella primera carrera universitaria en la que tenía puesta mil ilusiones de futuro, y que dejé a medias olvidando lo poco que aprendí.
Un día, de repente, descubrí que lo mío era la música. Me matriculé en una escuela para aprender a tocar el piano. A duras penas, me mantuve allí 2 años y ahora, el piano que compré con tantas ilusiones y esfuerzo, yace en un rincón cubierto de libros y polvo. No he vuelto a abrir la tapa.
Otro día pensé que lo mío era el arte. Me apunté a clases particulares de dibujo, compré cuadernos, lápices, todo tipo de pinturas, un caballete y una bata blanca que se llenó de manchas de colores. Todavía conservo algunos de los bocetos que hice en los seis meses que aguanté en aquella escuela.
Decidí aprender idiomas y conseguí llegar al último curso de 2 idiomas importantes y al segundo de dos idiomas sin apenas utilidad práctica.
Luego decidí dedicarme a la escritura. Comencé un libro de poesías y una novela, un diario y una historia epistolar, un cuento infantil y una obra de teatro. Hace unos días encontré, haciendo limpieza, algunos de aquellos textos desordenados en una carpeta de flores que yo misma había realizado en un curso de encuadernación al que también asistí durante otro tiempo.
Empecé otra carrera, intenté traducir del italiano la obra de un amigo, sembré algunas flores y plantas para diseñar un jardín japonés, planté un huerto del que nunca obtuve nada, me compré una cámara fotográfica para dedicarme a la fotografía artística, fui a clases de cocina francesa, canté en un coro, formé un grupo de teatro con el que nunca estrenamos una obra, tuve mis devaneos con la política, hice mis pinitos en una radio local, me dediqué un año al interiorismo decorando casas de amigos y viajé por muchos países buscándome a mi misma sin encontrarme...
Llegado a este punto S. se quedó en silencio y fijó su mirada en algún punto lejano en el horizonte. Después de un largo rato, añadió -"mi vida ha estado marcada por la inconstancia, y ahora, más o menos en la mitad del camino me doy cuenta de que no he hecho nada, no he conseguido nada, no he apostado por nada ni concluido nada..."
Yo también me quedé en silencio mientras la imaginaba: viajando, decorando, actuando, tocando, traduciendo, escribiendo, dibujando, encuadernando, sembrando, leyendo, cocinando...viviendo
Mientras la imaginaba, de pequeña, sentada en la arena, construyendo un castillo sin torres ni almenas.
Etiquetas: amigas, diario, Pablo Milanés, Para vivir
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