¿Por qué, hasta cuándo, en qué momento
se reunirán todas esas miradas en haz trepidante,
para hacerse breve rayo definitivo?
Carmen Conde
29 julio, 2011
Veinte años de ausencia
En el mes de Marzo de 1.991, la vida del saxofonistaStan Getz, se extingue lenta pero inexorablemente. Consciente de que el desenlace está próximo, elige el mítico Club Montmartre de Copenhague, tan querido para él para protagonizar una emocionante despedida en compañia del pianistaKenny Barron. Durante el día recibe las atenciones de una enfermera que se ha desplazado con el músico; por la noche, nos dice adios para siempre. El álbum se llamaPEOPLE TIMEy es uno de los momentos mas conmovedores de la historia del Jazz.
Y este es uno de los temas de aquella mítica grabación, en la que, como siempre, y a pesar de su grave enfermedad, Getz dio lo mejor de sí mismo.
Avanzamos metidos en lo nuestro tu secreto que es mío mi secreto que es tuyo sin problemas las pasiones se unen con fuerza interior todo lo compartimos en el sueño oscuro con oscuro cuerpo a cuerpo a veces son ternuras del espíritu abrazos con candado si enfrentamos de apuro al espejo la sorpresa lo empaña sus ojos son los nuestros quién lo duda mejor dicho una copia clandestina por eso es tan ajena la mirada no queremos abandonar lo propio así que no nos vengan con destellos extraños avancemos metidos en lo nuestro tu secreto que es mío mi secreto que es tuyo
Las primeras impresiones nunca suelen ser acertadas. Quizás porque están demasiado condicionadas por estereotipos, o por la situación, por el paisaje, por el contexto. ¡Yo qué sé!
El caso es que anoche, volví a sufrir el síndrome de la "primera impresión", esta vez en el último concierto del ciclo Jazz en la calle que, como todos los años, se celebra bajo el cielo salmantino en las preciosas y, este año, fresquitas noches del verano.
El de anoche era un concierto esperado por muchos de los que hemos acudido a cada uno de los conciertos del ciclo en el "incomparable marco" de los Jardines de Santo Domingo, con las Catedrales salmantinas iluminando el cielo y requiriendo nuestra mirada mientras la música inundaba los jardines.
Era, sí, uno de los platos fuertes del ciclo. El pianista argentino Federico Lechner, acompañado del también argentino, Franco Luciani a la armónica, el zaragozano, Toño Miguel al contrabajo y el uruguayo, Andrés Litwin, a la batería.
Y yo llegué, aterrizando de mi viaje por las nubes, descolocada, desubicada y un poco perdida. Además, me senté en el lugar equivocado de los jardines. Un lugar de paso y trasiego de gente que se iba incorporando poco a poco al concierto y que no permitía la atención que, los cuatro componentes del magnífico cuarteto requerían. A punto estuve de marcharme y menos mal que el destino de la noche me concedió la suerte de cambiar de lugar y me permitió concentrarme en lo que sucedía en ese escenario, porque ¡qué magnífico concierto tuvimos la oportunidad de disfrutar!
Las manos del Federico Lechner recorrían el teclado del piano como si las teclas fueran de terciopelo, el sonido claro, brillante, limpio, intenso y la fuerza del alma del pianista bonaerense.
La boca del armonicista, Franco Luciani, sacaba sonidos casi imposibles de una armónica cromática, mientras nos ponía la carne de gallina con sus versiones de clásicos argentinos, y esta fue también una de las riquezas de este concierto, salirnos de los temas clásicos y de los viejos estándares del jazz norteamericanos, para descubrir que más allá de aquel país, también hay jazz y que hay grandes temas de la música popular de otros países que pueden ser versionados de una forma apasionante, llena de matices y con un valor incalculable.
El caso es que Luciani me trajo a la cabeza al español Antonio Serrano y su armónica en aquel concierto con el, también argentino, Daniel Godfrid en el auditorio de Fonseca, hace unos años, del que todavía no me he repuesto.
El batería uruguayo Andrés Litwin, nos demostró que la batería puede ser un instrumento delicado y lleno de formas sutiles y con capacidades delicadamente armónicas.
Mientras el bajista Toño Miguel nos contaba su propia historia a través de su bajo eléctrico en la que puede presumir de haber tocado con los más grandes del jazz contemporáneo (Paquito D’Rivera, Jerry González, Pedro Iturralde, Ximo Tébar, Perico Sambeat, Horacio Icasto y Bob Sands, entre otros)
Había una comunión intensa en el escenario. Los cuatro músicos concentrados en lo suyo y en comunicación directa, intensa e íntima con los otros tres, y eso es algo que enseguida se percibe en el jazz. La sintonía del grupo, la complicidad, el guiño. Los cuatro estaban jugando al mismo juego, en el mismo sitio, a la misma hora y con objetivos idénticos.
Y lo consiguieron, claro. Lograron crear un climax, un instante mágico, una isla en medio de una ciudad, un momento irrepetible y una cola de más de 60 o 70 personas para adquirir uno de sus discos -en un momento en el que los discos se venden tan poco- deseosas de prolongar la magia, de alargar la belleza, de mantener la isla.
Hoy, mientras escribo esto, escucho aquello.
¡Qué pena si me hubiera dejado llevar por aquella primera impresión!
Os dejo con dos de los temas de anoche: "La Zamba de Lozano" y el bis que hicieron solos Lechner y Luciani después de una larguisima y calurosa ovación: "El día que me quieras"
Después de dar un paseo, nos sentamos en una terraza con césped artificial y una banda sonora de decenas de pájaros. Un intento, desesperado e ingenuo, de llevar la naturaleza al centro de la ciudad.
C. está pasando por momentos muy duros y difíciles, pero conserva su sonrisa -un poco triste ahora, sí- y su fuerza y sus ilusiones para el futuro incierto que se le presenta.
Le conté mis nuevos proyectos y participó de ellos con una escucha atenta y aportaciones interesantes y llenas de ánimos.
Me contó algunas experiencias personales que yo desconocía y que le habían marcado profundamente y que, sin embargo, no habían generado amargura, desconfianza o dureza en su corazón.
Escuché, con mi corazón encogido, sus confidencias y también con la admiración de comprobar que no había huellas irreversibles en su alma o en su piel y que seguía manteniendo un alto nivel de confianza en los seres humanos y una visión optimista y esperanzada de la vida.
Es buena gente C. y mantiene una mirada limpia sobre las cosas que le rodean, y me demuestra con su actitud que los reverses de la vida no tienen porque afectar tu percepción sobre todas las cosas buenas que ésta puede también ofrecerte.
Fueron unas horas sosegadas, de intercambio de confidencias, sensaciones, inquietudes y proyectos.
Luego aparecieron M. y C. y también M., R. y O. quienes nos llevaron con sus risas, su juventud y su frescura por otros derroteros. Ellos también son buena gente. Con intereses que trascienden a los propiamente personales y se extienden, con generosidad, para contribuir a una mejora del mundo y de los que en él habitamos.
El olvido que seremosde Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) , una historia sobre los efectos personales que deja la violencia colectiva e irracional, un libro de recuerdos personales, de memoria desgarrada, de experiencias terribles y a la vez fascinantes e inolvidables.
Parece una historia de ficción pero es absolutamente real y, aunque tratada de una manera delicada y sutil, se convierte en un alegato contra el terror como instrumento de acción política.
Vargas Llosa dijo de este libro:
El olvido que seremosno es un libro que desmoralice a pesar de la presencia devastadora que tienen en sus páginas el sufrimiento, la nostalgia y la muerte. Por el contrario, como ocurre siempre con las obras de arte logradas, es un libro cuya belleza formal, la calidad de la expresión, la lucidez de las reflexiones, la gracia y finura con que está retratada esa familia tan entrañable y cálida que uno quisiera fuera la suya propia, hacen de él un libro que levanta el ánimo, muestra que aún de las más viles y crueles experiencias, la sensibilidad y la imaginación de un creador generoso e inspirado pueden valerse para defender la vida y mostrar que hay en ella, pese a todo, además de dolor y frustración, también goce, amor, ideales, sentimientos elevados, ternura, piedad, fraternidad y carcajadas. (...) Está visto que me pasaré el resto de la vida contrayendo deudas con este escribidor colombiano.
Poco puedo añadir yo a esto. Sólo que me tiene fascinada y que me siento feliz de haberlo descubierto entre el montón de libros con los que me muevo cada día y el enorme volumen de información y críticas que llegan sobre ellos. Es como encontrar una aguja en un pajar. Una aguja de oro, claro.