07 abril, 2012

El cofre del tiempo

Hoy, mientras paseaba por la Praia de Santo Amaro en Oeiras, me acordé de la canción de Violeta Parra: Volver a los diecisiete
Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo, es como descifrar signos, sin ser sabio competente, volver a ser de repente, tan frágil como un segundo...
A mi izquierda el Oceano Atlántico, azul intenso, y a mi derecha la Marginal Lisboa-Cascais, tantas veces recorrida, con distinta gente, en distintos transportes y de distintas maneras a lo largo de mi vida.

Cuando estamos viviendo algo no sabemos cuánto y de qué manera podrá afectarnos su recuerdo en un futuro. Por eso a veces, ahora, intento vivirlo todo intensamente, disfrutando de cada segundo del presente para poder, también, volver a revivirlo -con parecida intensidad- si llegara ese momento.

Mi paso retrocedido, cuando el de ustedes avanza; el arco de las alianzas, ha penetrado en mi nido con todo su colorido, se ha paseado por mis venas, y hasta las duras cadenas, con que nos ata el destino, es como un diamante fino, que alumbra mi alma serena
Todo, en este horizonte es tan cercano, tan familiar, tan mío... Cada paso es un recuerdo, cada segundo una imagen.

Oeiras, Carcavelos, Parede, San Pedro, San Joao, Estoril, Cascais...

Los olores, los colores, las buganvillas, las casas de siempre, Bom día sol, el café en A Mira, el Bahía, Murtal, a casa cor de rosa, las estaciones del comboio, la luna llena sobre el mar plata, las rocas cubiertas de algas en la marea baja, los papus secos con mantequilla salada, el bacalhao dourado, el vinho verde, la dulce lengua portuguesa...
Lo que puede el sentimiento, no lo ha podido el saber, ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento.
Jara corre por la playa y juega con los restos de un naufragio. Yo recojo el tesoro, esparcido por la arena, del cofre del tiempo.

Carcavelos

Casa da Pergola (Cascais)

Cascais

Estoril

Forte dos Maias (Oeiras)

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25 enero, 2012

Paraísos cercanos

Piodao (Arganil-Coimbra-Portugal)


La Aldea de Piodão está considerada una de las más bonitas del país, clasificada como “Aldea Histórica de Portugal“. 

Situada en el centro del país, perteneciente al ayuntamiento de Arganil, en la colina de la bonita sierra de Açor, sus típicas casas de pizarra y loza, con ventanas en madera pintadas de azul, descienden graciosamente la colina de la sierra, formando un anfiteatro en esta pendiente de la sierra, siendo denominada por muchos “aldea portal de belén”. 

En contraste con los colores oscuros, la iglesia parroquial surge pintada de un blanco inmaculado. Está rodeada por una inmensa mancha verde que sirve de marco a la zona de viviendas. 

Piodão es una aldea serrana, de aspecto rural y accesos difíciles, un excelente ejemplo de cómo el ser humano se adaptó a lo largo de los siglos a los más inhóspitos lugares. 

El acceso era, hasta hace muy poco tiempo, una verdadera aventura, porque era necesario atravesar la serranía de Açor por caminos de tierra. Ese aislamiento ha permitido perpetuar trazos culturales que se remontan a la Edad Media y el mantenimiento de un esquema social fuertemente comunitario, pero que está siendo amenazado, en los últimos tiempos, por el éxodo de sus gentes.

La naturaleza que la rodea está casi en estado puro, observándose por la región diversas especies de fauna y flora típicas del lugar. 









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06 abril, 2010

Lembranças de Portugal

Las curvas de la carretera, entre pinares, hasta Alfarim.

La casa blanca abierta al jardín. Los ladridos de Benfica a través de la reja.
El restaurante de la rotonda con pescados exquisitos y baba de camelo.
Las suaves y verdes colinas precipitándose sobre inmensos acantilados en el Cabo Espichel.
La puesta de sol sobre el Océano Atlántico.
El castillo de Sesimbra bajo la luna.
La playa de Sesimbra bajo las nubes.
Los bigotes de Tony y su arroz de mariscos al lado de las barcas de los pescadores.
La enorme Praia de Meco, de arena blanca y mar azul.
A Lagoa de Albufeira sobrevolada por cientos de alas de colores.
El sabor dulce de la cerveza portuguesa en el bar acristalado sobre la playa, mientras el viento levantaba las olas.
A Serra de Arrabida, el aguacero, las tortas dulces de huevo y los quesos de Azeitao.
Lisboa...
El puerto, la Baixa, el Chiado, el Bairro Alto, la librería Bertrand, a Brasileira, el Castelo, las calles, los olores...
Lisboa...
La puesta de sol sobre la Praia da Rainha en Cascais.
El puente 25 de Avril bajo la luna.



Regreso -como siempre, sin regresar del todo- de tierras portuguesas.




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02 mayo, 2009

Por el Alentejo

Campo Maior (Campomayor en castellano) es una villa portuguesa del Distrito de Portalegre, región Alentejo y subregión del Alto Alentejo, con cerca de 8.400 habitantes. Su economía se basa principalmente en la agricultura (cereales y olivos)y en la industria del cafe.
Es sede de un municipio con 247,26 km² de área y 8 387 habitantes (2001), subdividido en 3 freguesías. El municipio limita al norte y al este con España, al sureste con el municipio de Elvas y al oeste con Arronches.

El paseo por sus calles requiere estar muy en forma. Son ruas empinadas que suben y bajan del Castelo a la Igreja de Sta Bárbara, de la Praça a la Capella dos Osos.
Es un pueblo precioso, blanco y azul, impecable, limpio y adoquinado como todos los pueblos del Alentejo y de casi toda Portugal.
La puesta de sol desde los restos de su muralla es todo un espectáculo. Inmensos campos de olivos y la sierra al fondo.

Cada 4 años (creo que la pròxima vez será en el 2010) tiene lugar aquí una fiesta singular en honor a San JUan Bautista: la Festa das flores.
Los habitantes de la villa se dedican, durante un año entero, a elaborar flores de papel de infinidad de colores, para después decorar cada calle de una forma completamente diferente. Eligen el tema y sobre él trabajan, con unos colores específicos y unas figuras determinadas, y no hay ni una calle igual a otra.

Muchos meses antes, se reúnen las mujeres representantes de cada calle ("cabeças de rua") y deciden cómo van a ornamentar ese año sus calles. Y todo se mantiene en el mayor secreto hasta la noche de la colocación de las flores.

Esta villa, que era española, pasó a pertenecer a la corona Portuguesa en 1297.

Y después del paseo, una buena cena en O Faisao, un magnífico restaurante, de ambiente sosegado y con la tradicional cocina alentejana.

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29 diciembre, 2008

Évora

Llueve cuando llegamos a Évora,la ciudad portuguesa de sabor romano y musulmán, que encierra sus estrechas calllejuelas entre tres murallas y sorprende al visitante con más de 300 monumentos.
Orgullosa e intacta, la romana Ebora Ceralis, se levanta sobre una leve colina, sin querer presumir de ser una villa que ostenta el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.Situada a medio camino entre Lisboa y la frontera con Badajoz se ha convertido en el mejor punto de partida para explorar la comarca del Alentejo.
Caminamos despacio por la enrevesada red de callejas y plazas, en las que nos cruzamos con gente de todas partes del mundo, cámara en ristre y en un silencio que acompaña nuestros pasos por los adoquines y cantos rodados que conforman su suelo.

Los pasos deben iniciarse en la Evora romana, cuando se levantó la cerca velha, reformada y mantenida por visigodos y árabes, entre los siglos I al XII. De los ciento ochenta metros del perímetro original apenas restan algunos lienzos y torreones en la parte alta de la colina y varias puertas, como la Porta da Moura. No es el único vestigio romano, pues, también existen las principales trazas de un templo y el reconstruido Aqueduto da Agua da Prata, reforma de 1522 del antiguo romano llevada a cabo por el arquitecto real Francisco de Arruda, coronado regularmente por torreones cuadrados, octogonales, cupulares o cónicos. Más de quince kilómetros llevaban el agua hasta una fuente, hoy desaparecida, que se alzaba en la Praça do Giraldo.
La necesidad obligó a los cristianos a levantar la cerca nova, edificada en el siglo XIV con cuatro mil metros de perímetro, de la cual se conserva prácticamente intacto todo el cuadrante noroccidental, aunque, antes, los árabes diseñaron una maraña de empinadas callejuelas. Mas, la agitación que se mantuvo a lo largo del siglo XVII, obligó a erigir en el flanco sur la tercera y última barrera defensiva, conocida como cerca novíssima, con gruesos muros poligonales y adarves para la artillería.
Algunos datos:
Évora fue residencia habitual de muchos reyes portugueses.
Durante varios siglos fue la segunda ciudad del reino.
Su catedral, dedicada a Santa María, es de estilo románico-gótico, se construyó entre los siglos XII y XIII.

La ciudad adquirió, durante los siglos XV y XVI, la fisonomía monumental que ahora se puede apreciar. La mayoría de los monumentos son de esta época.
Destacan las numerosas mansiones aristocráticas de la ciudad; la universidad jesuítica, y una maravillosa serie de edificios de estilos manuelino y renacentista.
Hoy día, tiene cuarenta mil habitantes, tan son sólo la mitad de los que llegó a tener en el medievo.
En el centro de la ciudad se alza el Templo de Diana, un templo romano del s. II o III d.C. que fue utilizado como matadero hasta 1870.


Y lo que más me impresionó...
En la Iglesia de São Francisco se encuentra la famosa Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos), un tétrico lugar decorado con las calaveras y tibias de más de 500 monjes. A la entrada de la capilla se puede leer "Nós ossos que aqui estamos, pelos vossos esperamos" ("Nosotros, huesos que aquí estamos, a los vuestros esperamos").




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