29 diciembre, 2008

Évora

Llueve cuando llegamos a Évora,la ciudad portuguesa de sabor romano y musulmán, que encierra sus estrechas calllejuelas entre tres murallas y sorprende al visitante con más de 300 monumentos.
Orgullosa e intacta, la romana Ebora Ceralis, se levanta sobre una leve colina, sin querer presumir de ser una villa que ostenta el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.Situada a medio camino entre Lisboa y la frontera con Badajoz se ha convertido en el mejor punto de partida para explorar la comarca del Alentejo.
Caminamos despacio por la enrevesada red de callejas y plazas, en las que nos cruzamos con gente de todas partes del mundo, cámara en ristre y en un silencio que acompaña nuestros pasos por los adoquines y cantos rodados que conforman su suelo.

Los pasos deben iniciarse en la Evora romana, cuando se levantó la cerca velha, reformada y mantenida por visigodos y árabes, entre los siglos I al XII. De los ciento ochenta metros del perímetro original apenas restan algunos lienzos y torreones en la parte alta de la colina y varias puertas, como la Porta da Moura. No es el único vestigio romano, pues, también existen las principales trazas de un templo y el reconstruido Aqueduto da Agua da Prata, reforma de 1522 del antiguo romano llevada a cabo por el arquitecto real Francisco de Arruda, coronado regularmente por torreones cuadrados, octogonales, cupulares o cónicos. Más de quince kilómetros llevaban el agua hasta una fuente, hoy desaparecida, que se alzaba en la Praça do Giraldo.
La necesidad obligó a los cristianos a levantar la cerca nova, edificada en el siglo XIV con cuatro mil metros de perímetro, de la cual se conserva prácticamente intacto todo el cuadrante noroccidental, aunque, antes, los árabes diseñaron una maraña de empinadas callejuelas. Mas, la agitación que se mantuvo a lo largo del siglo XVII, obligó a erigir en el flanco sur la tercera y última barrera defensiva, conocida como cerca novíssima, con gruesos muros poligonales y adarves para la artillería.
Algunos datos:
Évora fue residencia habitual de muchos reyes portugueses.
Durante varios siglos fue la segunda ciudad del reino.
Su catedral, dedicada a Santa María, es de estilo románico-gótico, se construyó entre los siglos XII y XIII.

La ciudad adquirió, durante los siglos XV y XVI, la fisonomía monumental que ahora se puede apreciar. La mayoría de los monumentos son de esta época.
Destacan las numerosas mansiones aristocráticas de la ciudad; la universidad jesuítica, y una maravillosa serie de edificios de estilos manuelino y renacentista.
Hoy día, tiene cuarenta mil habitantes, tan son sólo la mitad de los que llegó a tener en el medievo.
En el centro de la ciudad se alza el Templo de Diana, un templo romano del s. II o III d.C. que fue utilizado como matadero hasta 1870.


Y lo que más me impresionó...
En la Iglesia de São Francisco se encuentra la famosa Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos), un tétrico lugar decorado con las calaveras y tibias de más de 500 monjes. A la entrada de la capilla se puede leer "Nós ossos que aqui estamos, pelos vossos esperamos" ("Nosotros, huesos que aquí estamos, a los vuestros esperamos").




Etiquetas: , ,