2 poemas para un dia de fiebre
SOBRE UN TEMA ROMÁNTICO
Cada día visitaba la casa.
Las palabras dispuestas,
la estancia en la penumbra
de las horas más cómplices,
ambos sentados en el corazón de la noche
desvelando al unísono
la dudosa frontera de la luz y la sombra.
Fuera, el verano encendía la isla.
Los ecos llegaban apagados y oscuros
como nos llega aquello que sabemos cercano
y, además, conocemos.
Leíamos de nuevo -renovando aquel rito-
la vida imaginada que enfrentábamos juntos,
la común experiencia: nuestros viejos deseos,
las lecturas amadas, los paisajes que fueron
nuestra propia mirada,
lo que perteneciéndonos era revés y causa,
el final y el principio.
Vivir era más fácil parecía sencillo.
Nos bastaba sentir nuestra voz encendida
y la muda presencia de las altas estrellas.
Al alba, de regreso, cada cual conservaba
la secreta esperanza de iniciar nuevamente
el texto abandonado, el libro perseguido,
por siempre inalcanzable.
MIRO MIS MANOS
Ahora,
cuando es más dura la luz
y el silencio cae, ancho
como un río de mercurio
sobre nuestras sienes, levanto aquí,
memorial y póstumo, tu recuerdo.
Elevo estas manos
que tu cintura alzaran
como un soplo, furtivas,
y las convoco ahora
al antiguo oficio -inútil-de la melancolía.
Son manos -solías decir-
de pianista, albinas y huesudas,
inocentes y tibias. Las apretabas
contra el pecho y soplabas
sobre ellas como al final de un truco
de magia.
Ahora,
cuando es más dura la luz
y el silencio cae, ancho,
con un bostezo amargo
en su pupila, miro, a solas,
mis manos.
Sólo en ellas parece posarse,
siquiera un segundo,
el abrasado gesto de tu amor.
Daniel Casado
EN: "El largo andar tan breve"
Etiquetas: álvaro valverde, daniel casado, poemas
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