
Para mí, Benítez Reyes sigue siendo el poeta al que descubrí un verano caluroso en una finca de Badajoz.
Aquel que me tranquilizó en aquella época de desasosiego y confusión, en la que no tenía nada, absolutamente claro en mi vida:
Bien sabes que estos años pasarán,que todo acabará en literatura:
la imagen de las noches, la leyenda
de la triunfante juventud y las ciudades
vividas como cuerpos.
Que estos años
pasarán ya lo sabes, pues son tuyos
como una posesión de nieve y niebla,como es del mar la bruma o es del aire
el color de la tarde fugitivo (...)
Benítez Reyes sigue siendo, para mi, aquel poeta que me causó también el desasosiego de lo desconocido, el vértigo del vacío, la atracción del abismo.
Todas nuestras maletas
reflejan la ordenación desvanecida
de un viaje
que siempre ha sucedido en el pasado.
Y las abrimos
con la perplejidad de quien se encuentra
una maleta absurda
en esa soledad de centinela
que parecen tener las playas en invierno
Las tardes del calurosísimo verano, se reducían a la sombra de una parra con sus "Vidas improbables" entre las manos.
Copiaba versos en una pequeña libreta azul, en la que también escribía los míos (tan malos).
Se mecía
el toldo sobre el patio
como un jirón de niebla. Se mecía
el caballo —qué roto— de cartón
en el cuarto de juego.
Fue un verano extraño. Mi padre enfermo, mi madre dedicada a él, algunos primos, y mi hijo -tan pequeño-con un casco rojo todo el día, imaginando ser motorista.
Tuve mucho tiempo.
Para leer, para pasear, por las noches, bajo el canto de los grillos, para mirar y pensar...
Hay algo de inexacto en los recuerdos:
una línea difusa que es de sombra,
de error favorecido.
El jueves pasado, me reencontré con Felipe. Esta vez fue un encuentro personal. Fuí su anfitriona durante su estancia en Salamanca para dar una charla en la Feria del Libro.
Firmó libros (casi todos y creo que a pesar suyo, de poesía)
Tomamos café en una terraza de la Plaza Mayor
Dió su charla sobre "Mercado de espejismos", su Premio Nadal de este año
Compartió un rato y una cerveza con la gente del club de lectura
Cenamos carrilladas y pastel de chocolate
Lo que el tiempo se lleve
que sea tanto
como aquello que el tiempo nos dio,
regalo inmerecido,
dejando la memoria en la inocencia
de la vida cumplida, porque nada
hiere más y más hondo que el recuerdo:
mientras dure una noche en la memoria,
esa noche es la Noche
y esa intensa memoria la Memoria.
Hablamos de muchas cosas.
Nos contó algunas anécdotas divertidas, como la vivida al lado de Eduardo Mendicutti en Puerto Rico.
Es de Cádiz, pero no lo parece (no sé por qué).
A veces su mirada se pierde en el horizonte y luego regresa cercano, amable, humano.
No le hablé de quellos recuerdos
Nunca la posesión está cumplida.
Errático el deseo, el pensamiento.
Todo lo que se tiene es una niebla
y las vidas ajenas son la vida.
Nuestros tesoros son tesoros falsos.
Y somos los ladrones de tesoros
Pero cuando lo miraba, cuando compartía con él aquel vino, que él apenas probó, regresé por unos instantes a aquel verano de calor y noches estrelladas, a la ternura de mi madre, al dolor de mi padre, al casco rojo de mi hijo -tan pequeño-, a la sombra de aquella parra.
Regresé como si nunca me hubiera marchado, como si continuara siendo la misma, como si todo estuviera lleno de esperanzas, de desasosiego, de confusión, de misterio.
Durante ese corto espacio, esos pequeños instantes fui la que entonces era.
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