17 octubre, 2016

Jara II

Y te fuiste, sí, te fuiste.
Dejando tras de ti un rastro de dolor, tristeza, nostalgia, recuerdos.
Te fuiste silenciosa, sin apenas hacer ruido -cuánto te consolará esto- me dicen. No me consuela, no. Porque lo único que me consolaría ahora sería poder abrazarte y acariciarte de nuevo. Poder dar un largo paseo contigo o bañarnos juntas en el mar.
Ahora no me consuela nada. Ni siquiera las cosas que antes me gustaban. No me consuela nada porque no estás ahí, a mi lado, tumbada en tu colchón mientras leo, escribo o escucho música, porque nadie viene a recibirme a la puerta de la casa, cada día, como si volviera de una ausencia de meses, porque cuando salgo a la calle miro a mi lado y no estás y el río se me antoja feo y gris, y este año no vas a poder perseguir a las hojas de otoño arrastradas por el viento.
Las calles me duelen porque las he pisado cada día, durante años, contigo.
Me duele aquella esquina, ese banco, la fuente del parque, la terraza a la que tanto te gustaba ir.
Me duele el vacío que ha dejado tu cama, la casa sin tus huellas, ver tus cuencos vacíos, la ausencia del ruido de tus pisadas.
Me duelen las rodillas en las que apoyabas tu cabeza para decirme -aquí estoy, y estoy contigo- la mano que ya no puede sentir el tacto de tu pelo, los labios que no pueden llenarte de besos hasta que, cansada de tantos mimos, me apartabas dulcemente con tu pata.
Y ahora me duele también saberte debajo de un montón de tierra mojada por la lluvia de hoy, que también te llora a chorros, como yo te lloro.

P.d. He plantado una jara para ti y para mí sobre tu tumba, pequeña. No tengas miedo.



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12 octubre, 2016

Jara I


Duermes a mi lado. Estás enferma y viejecita. Luchas por tu vida y yo te ayudo, con todo lo que tengo para que consigas salir victoriosa. Sé que no sufres porque estás tranquila. Yo leo, escribo, escucho mi música favorita y de vez en cuando te miro o me acerco a tu cama para abrazarte y acariciarte.
Después de todo lo sufrido estos meses, son unas horas tranquilas. Aprendo a serenarme, a resignarme ante el tiempo y sus destrozos, me preparo para tu ausencia sin prepararme, esperando una luz al final del túnel, un rayo de sol, un destello de esperanza.


Miro tu cuerpo maltratado por la ciencia, la que pretende alargar tu vida de una forma soportable y digna. Miro tu cuerpo y lo recuerdo trotando por la playa, nadando tras la pelota en la piscina, corriendo por la casa mientras haces alguna travesura y yo te persigo divertida.


Miro tu cuerpo de 14 años. La edad joven de los seres humanos, una edad demasiado avanzada para un ser perruno y recuerdo los paseos contigo. Esos paseos silenciosos, serenos, tú a lo tuyo y yo a lo mío. No hay nada mejor que pasear con un perro, nos permite mirar, admirar, descubrir, pensar. Pasear como si fueras sola pero acompañada por alguien a quien respetas y quieres. Sin  necesidad de conversaciones inútiles, ni de gestos vacíos, sin sentimientos de frustración o de miedo, sin dudas, sin miramientos, ni contemplaciones. Los paseos contigo, Jara, han sido los mejores paseos de mis 14 años contigo.

Miro tu rostro, apenas ha cambiado, un poco más blanco quizás, pero con esa expresión dulce y tierna que siempre has tenido. 

Miro tus ojos, ahora más tristes, decaídos y opacos. Recuerdo que te he visto sonreír con ellos, a tu manera, sostener una mirada picaresca cuando cometías una travesura, o dejar traslucir un gesto culpable cuando la liabas. Tus ojos me han dicho muchas veces que me querías un montón, que estarías siempre a mi lado, que nunca me abandonarías, que me cuidarías y me protegerías...

Jara, mi amiga perruna, mi compañera fiel y cariñosa. Estamos viviendo la última etapa de tu vida y yo estoy aprendiendo a despedirme un poco de ti cada día. Me he despedido muchas veces de ti en estos últimos meses: cuando no quieres comer, cuando no quieres moverte, cuando te dejo ingresada en el veterinario y el día se me hace eterno sin ti, cuando te metieron en julio en el quirófano y tenía miedo de no volver a verte. Ya ves Jarita, me he despedido muchas veces de ti con la esperanza de volver a verte siempre. Qué despedidas tan inútiles...

Mientras que llega el día doloroso y triste, seguiré sentándome a leer, escribir o a escuchar música a tu lado, contigo a mis pies, tumbada en tu colchón. Y te miraré y te abrazaré y te acariciaré y te diré con mis ojos y mis palabras lo mucho que te quiero y la pena tan grande que tengo de que te vayas de mi lado. Pero eso tú ya lo sabes. Yo lo he sabido siempre.







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