Domingo y febrero
Fotografía: Luis Vioque |
Hoy es domingo, y también es febrero.
A mí los domingos no me gustan y febrero tampoco.
Éste séptimo día de la semana me ha producido desazón desde que era pequeña. Siempre me ha parecido un día impostado, superficial, como si esa obligación impuesta de disfrutar el descanso dominical, de hacer cosas diferentes, de tener que aprovechar el tiempo por necesidad, ejerciera sobre mí el efecto contrario y me transmitiera una apatía y una cierta desazón sintiendo que no soy capaz de hacerlo, que no logro sacarle al domingo todo su jugo, todas sus posibilidades.
Sólo viajar fuera de la ciudad, cambiar de paisaje, ver otros horizontes, tranquilizan un poco la angustia del domingo, pero es febrero...
Y febrero es un mes desapacible, imprevisible e incoloro, que no invita a hacer excursiones ni a perderse en caminos o bosques, ni en ciudades monumentales.
Febrero no es invierno ni primavera, no tiene colores, ni puedes dibujarlo en la mente como puedes hacer con los meses amarillos y rojos de otoño, con los meses blancos y grises de nieve, los que son verdes y floridos o como los meses dorados y azules de sol y luz.
No, febrero no tiene color, ni sabor, ni olor característico. Es un mes anodino para el que tuvieron que inventar el "día de los enamorados" y poder así llenarlo de lazos rojos, de corazones, de rosas de invernadero y de postales llenas de frases cursis.
Por eso es un mes corto, para que acabe cuanto antes y de paso a marzo con sus promesas de primavera, sus días más largos y llenos de promesas que a veces se cumplen.
Hoy he leído que entre los romanos este mes estaba bajo la protección de Neptuno. Lo representaban bajo la imagen de una mujer vestida de azul, con la túnica levantada y sujetada con un cinturón. Llevaba un ave acuática entre las manos y traía sobre su cabeza una urna de la cual salía agua en abundancia, para indicar que es el mes de las lluvias; lo que también significaba la garza real y el pescado que ponían a sus pies.
Túnicas azules, aves acuáticas, lluvia, garzas reales y pescado... Lo que decía, un mes anodino y sin personalidad.
Así que hoy, domingo y febrero, tendré que inventar algo para engañar al calendario, por ejemplo, que es un sábado cualquiera de abril.
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