18 marzo, 2012

Noche de los enamorados


Desde que Félix Romeo, nos dejó de repente, a primeros de octubre del año pasado, no ha habido ni un día en el que por una causa u otra no apareciera en mi vida una referencia al escritor aragonés. No conozco el motivo por el que algunas personas, a las que apenas has conocido, dejan una huella imborrable en tu vida. No lo conozco, y ni siquiera puedo imaginarlo. Es como algo que te impregna. No hay por qué, no hay razón.

A Félix Romeo lo conocí unas horas en Salamanca, junto a Ignacio Martínez de Pisón, mientras compartimos la conferencia de Ignacio, una cena para cuatro, y la terraza del Novelty hasta altas horas de la madrugada, en una noche de mayo en la que el Salamanca acababa de ascender a primera división (no sé si por primera vez).
Lo recuerdo grande, apasionado, hablador, espléndido, divertido, cercano...
No paró de contarnos cosas, de sugerirnos lecturas, músicas, películas...
También recuerdo la sensación que tuve, al despedirme, de querer volver a verle de nuevo, mi intención de invitarle a dar una charla en algunas de las ferias del libro, como corrí al día siguiente a buscar sus libros, de los que por cierto habló poco, intrigada por conocerle más a través de sus escritos.

Por entonces dirigía La Mandrágora, aquel programa único e inolvidable al que, a pesar de la hora en la que se emitía, casi de madrugada, yo seguía con pasión.
Luego me olvidé, casi, de él. De vez en cuando aparecía a través de sus artículos en la revista Letras libres, de sus críticas literarias y cinematográficas, o en forma de recuerdo, traído al azar de forma caprichosa, en una conversación.
No le llamé para invitarle a dar aquella conferencia, aunque siempre me acordaba de él en las fechas de la feria.

Hasta la noche del 7 de octubre del año pasado en la que me enteré, también por azar de su muerte precipitada, y como todo lo inesperado, la noticia causó en mí un impacto mucho mayor de lo que yo podía suponer.
Al día siguiente viajé a Archidona, para formar parte del Jurado del concurso de cortos cinematográficos que con motivo del Festival de Cine, tenía lugar en el precioso pueblo malagueño. Allí coincidí con Javier Espada, director del Centro Buñuel de Calanda quién me contó que el día anterior la noticia le había sorprendido mientras comía con la Ministra de Cultura, Ángeles Sinde, en el nombramiento del guionista de Buñuel, Jean-Claude Carrière, como Caballero de la Orden de las Letras y las Artes.
Un par de días antes de la muerte de Félix, lo escuché en el programa de radio de la Cadena Ser, La Nube, hablando sobre su viaje a Madrid, para la celebración del Aniversario de Letras Libres, y el nombramiento de Carrière.
¡Que extrañas coincidencias!

Desde entonces, ya digo, no ha habido una semana en la que Félix Romeo no haya estado presente en mi vida.
A través de blogs a los que llegaba por azar: Antón Castro, Aloma Rodríguez, Daniel Gascón...
A través del cine, por azar también vi la película de Jonás Trueba  "Todas las canciones hablan de mí" en la que Romeo era coguionista junto a Daniel Gascón.

Volví a leer Amarillo, esa historia inquietante sobre el suicidio de su amigo, el escritor Chusé Izuel. Volví a leer Discotheque, Dibujos animados...
Y fueron apareciendo documentales, artículos y referencias permanentes a Félix.

Ahora tengo entre mis manos el libro que dejó escrito antes de morir. Se llama "Noche de los enamorados" y, como siempre en sus libros, habla de recuerdos personales -con esa particularísima forma de narrar que tenía el escritor aragonés, llena de frases cortas e intensas- y de la muerte. Siempre la muerte, también en sus libros, como un presagio, o una intuición -quién sabe- como una asignatura pendiente, como una obsesión, una pregunta permanente, un misterio inquietante. 
Romeo investiga una vez más sobre la muerte y sus aledaños en este libro, sí, pero ¿no es la eterna cuestión sin respuesta de todos los seres humanos?


Cubierta de su compañera: Lina Vila
“En 1960, Santiago Dulong tiene treinta y dos años, los mismos cuarenta y dos años que tengo y ahora, cuando escarbo entre gusanos. Me pregunto qué intento encontrar reflejándome en este espejo oscuro”. 

No sé que buscaba Félix con su escritura, pero sí sé lo que nos fue dando a todos/as los que de una forma u otra nos fuimos cruzando en su camino.
Por eso dejó tantas huellas, incluso en los que, como yo, apenas le conocíamos.


Creo que Franco Battiato era uno de sus cantantes favoritos.


4 Comments:

At 9:39 a. m., Blogger lavelablanca said...

Las conexiones de los mundos humanos. ¿Cómo intentar comprenderlas? El deseo, los nemeroros rostros de que dispone, los numerosos ojos que miran... se encuentran al vover cualquier esquina.

Un abrazo, Isabel.

 
At 1:59 a. m., Blogger Isabel said...

Es verdad Ignacio. Tampoco hace falta entenderlo todo. vivirlo y sentirlo, eso es lo que realmente importa.
Un abrazo

 
At 12:35 a. m., Anonymous Concha said...

Bellísimo artículo y bellas palabras dedicadas a alguien que debió ser "MUY GRANDE"
¿Qué lastima no haberme cruzado en su camino?????????????????????

 
At 3:48 p. m., Blogger Isabel said...

Es verdad Concha. Hay gente que es una suerte que se crucen en tu camino. Gente, sobre todo, generosa, y que te regala lo que tiene a cambio de muy poco.
Los imprescindibles...

 

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