29 febrero, 2012

Billie, Sara, Ella... Summertime

Las tres fueron únicas, inimitables, admiradas.
Cantaron junto a los mejores instrumentistas de la época, hicieron suyos los clásicos, nacieron para la música y vivieron al límite.

Durante años se ha repetido la ecuación: si eras de Billie, no eras de Sara, si eras de Sara, no eras de Ella. Parecía impensable que pudieran gustarte las tres, cada una en su estilo, con su voz, con su carisma o su forma de interpretar y sentir la música.
Y quizás es que tenga que ser así. Eran tan grandes que no podían compartir podio con ninguna de las otras tres. Cada una de ellas, única para sus admiradores, para sus seguidoras, para sus amantes, para la fidelidad del amor y la pasión que despertaban.
Hubo más claro, muchas más, pero ellas eran las primeras, las reinas, los referentes, las que siempre estaban, las inolvidables.

Las escucho cantar Summertime, la  nana compuesta por George Gershwin, con letra de DuBose HeywardDorothy Heyward e Ira Gershwin como aria para la ópera Porgy y Bess, de 1935, y me pregunto qué clase de magia tienen esas 3 voces negras que te envuelven sin asfixiarte, dándote alas para volar.

Yo también tengo mi favorita. He caído en ese error de no poder colocarlas a las tres a la misma altura.

Pero las escucho cantar Summertime, a las tres, y preparo mis alas.

Billie Holiday y su capacidad interpretativa, su dominio del swing y esa adaptación de sus cualidades vocales al contenido de cada canción. Billie Holiday transmitiendo con sus canciones una intensidad inigualable que, en muchos casos, es fruto de una traslación de sus vivencias personales a las letras cantadas. 




Sara Vaughan con su tonalidad grave, su enorme versatilidad y su control del vibrato; su tesitura, similar a la de una cantante de ópera, que le permitía saltar del registro grave al de soprano con gran facilidad. Su inventiva armónica y su alto sentido de la improvisación




Ella Fitzgerald con su clara y precisa vocalización y su capacidad de improvisación, y esa cierta incapacidad, que siempre se le atribuye, para adaptarse emocionalmente a letras con contenido dramático, lo que le confiere cierto distanciamiento sentimental, y tal vez necesario, en sus canciones.



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