04 marzo, 2012

Prosas apátridas y Art Blakey


Vuelvo una y otra vez a las Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro, escritor peruano, figura destacada de la llamada Generación del 50 y uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Ribeyro publicó estas Prosas apátridas en 1975, y son un conjunto de breves apuntes, digresiones y reflexiones sobre la actividad literaria.
También podemos aplicarnos estas reflexiones a nuestra vida cotidiana y seguro que nos vemos reflejadas/os en muchos de los apuntes que Ribeyro hace sobre la literatura, el sexo, los hijos, la vejez y la muerte, la historia, la calle como espectáculo y la ventana -siempre las ventanas- como observatorio de la existencia. 

Hay momentos en que el sufrimiento alcanza tal grado de incandescencia que diríase nos cristaliza y nos vuelve por ello indestructibles.
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La carta que aguardamos con más impaciencia es la que nunca llega. No hacemos otra cosa en nuestra vida que esperarla. Y no nos llega, no porque se haya extraviado o destruido, sino sencillamente porque nunca fue escrita.
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El gran mural fotográfico que adorna la sala del café Les Finances. Representaba en sus buenas épocas un bosque en pleno verdor. Con los años el color se ha amarilleado. La primavera de las fotografías también tiene su otoño.
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Momentos de absoluta soledad, en los cuales nos damos cuenta de que no somos más que un punto de vista, una mirada. Nuestro ser nos ha abandonado y en vano corremos tras él, tratando de retenerlo por el faldón de la levita.
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Las palabras que callamos eran las que deberíamos haber pronunciado. Los gestos que guardamos por pudor eran los que deberíamos haber cumplido. Los actos que nos parecieron triviales eran los que se esperaba de nosotros. Otros los hicieron en nuestro lugar. Paguemos ahora las consecuencias.

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5 Comments:

At 12:44 p. m., Anonymous Anónimo said...

La reflexión final que haces es la madre del cordero de toda nuestra vida. Es algo que en mí propia vida nunca he comprendido ¿por qué siempre callamos lo que deberíamos decir? Es cierto que siempre se puede recitificar, pero, ¿qué hay en nuestro interior que somos incapaces de poder doblegar? Te felicito. Me gusta la sensibilidad que conlleva todo lo que escribes. Hipérbolas.

 
At 12:44 p. m., Anonymous Anónimo said...

La reflexión final que haces es la madre del cordero de toda nuestra vida. Es algo que en mí propia vida nunca he comprendido ¿por qué siempre callamos lo que deberíamos decir? Es cierto que siempre se puede recitificar, pero, ¿qué hay en nuestro interior que somos incapaces de poder doblegar? Te felicito. Me gusta la sensibilidad que conlleva todo lo que escribes. Hipérbolas.

 
At 9:02 a. m., Blogger lavelablanca said...

¡Sorprendente, Ribeyro! No lo conocía. Esperar, efectivamente, es saberse incompleto.

 
At 9:09 a. m., Blogger Isabel said...

Son reflexiones de Ribeyro que, sí, hago también mías con la inquietud de tantas preguntas sin respuesta.
Gracias Hipérbolas por tu visita y tu comentario.
Un saludo

 
At 9:10 a. m., Blogger Isabel said...

Un buen libro para un debate, Ignacio, o una larga charla que dura toda una vida.
Un abrazo cálido

 

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