01 mayo, 2011

Amores malditos

Ayer vi una película de amores malditos, imposibles y contrariados. Tema recurrente, por otra parte en el cine, con mayor o menor éxito de guión y puesta en escena.
La de ayer fue una película extraña y oscura, en la que Joaquín Phoenix encarna divinamente el personaje atormentado que se enamora de la mujer menos apropiada.



Two Lovers, está dirigida por James Gray, director también de películas como: "La noche es nuestra", "La otra cara del crimen", y "Cuestión de sangre". Un director que se ha empeñado en dos cosas a lo largo de su carrera: dirigir siempre sus propios guiones y elegir a Joaquín Phoenix, como actor protagonista en 3 de sus 4 películas.

La película está estupendamente interpretada, tanto por Phoenix como por Gwyneth Paltrow, en el papel de la mujer de la que aquel se enamora.

Los personajes secundarios son igualmente excelentes: Vinessa Shaw, en el papel de la novia encantadora y sencilla, Isabella Rosellini (¡cómo pasa el tiempo por la belleza!) como la madre del protagonista.

Hay algo nuevo, intenso y distinto que diferencia este melodrama de otros de su especie. Quizás el ritmo narrativo, la fotografía, impregnada de un halo de oscuridad y misterio o la capacidad de Gray por mantener el suspense, características todas que la mantienen más cerca de las películas de Hitchcock que de las comedias  pasteleras sobre el amor.
Quizás lo mejor de todo sea los retratos que Gray dibuja de los personajes, unos retratos auténticos y creíbles, llenos de matices, sinceros y muy verdaderos.

El argumento de ‘Two Lovers’ (2008) cuenta la historia de Leonard Kraditor (Joaquin Phoenix), un hombre con trastorno bipolar, que se debate entre dos mujeres, Sandra Cohen (Vinessa Shaw), una amiga de la familia con la que los padres de Leonard estarían encantados que se casase; y Michelle Rausch (Gwyneth Paltrow), una vecina con la que tiene mucho en común pero que está metida en uno de esos imposibles asuntos amorosos que implican a un hombre casado. Evidentemente una le tira más que la otra, y evidentemente es la que menos le conviene. Como podemos ver la premisa no es nada del otro mundo como tampoco lo eran las de las anteriores películas de Gray, y sin embargo el director la hace tan interesante que uno la sigue con sumo interés más allá de lo previsible que pueda resultar por momentos.

La Banda sonora es magnífica y también agradablemente caótica: ópera, música italiana, portuguesa (¡Amalia Rodrigues!), brasileña (Jorge Ben, Jobim) y jazz (Ella Fitzgerald, Duke Ellington, Stan Getz, Dizy Gillespie...)

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