18 octubre, 2005

René Char

Termino de leer -al fin!- la edición bilingüe de "Poesía esencial" de René Char, el poeta francés compañero de Paul Eluard (gracias Christine, gracia Myriam), amigo de Bretón, de Louis Aragón... admirado por Camus, Octavio Paz y Picasso. El poeta que dejó libertad a la palabra, figura clave de la literatura moderna francesa, el que firmó el Segundo manifiesto surrealista, y diversos panfletos que criticaban la Exposición Colonial de París y defendían el movimiento revolucionario español.
La edición corre a cargo de Galaxia-Gutemberg y el prólogo y la traducción, magnífica y largamente comentada en las últimas páginas del libro, la hace un estupendo poeta español: Jorge Riechmann. Se nota...
El libro incluye íntegros, en edición bilingüe, sus tres libros centrales: "Furor y Misterio" (su poesía completa entre 1938 y 1947), "Los Matinales" (1950) y "Aromas cazadores" (1975).

Alguien me habló, hace años, de René Char. En un lentísimo tren hacia Almería. En un larguísimo viaje con paradas interminables. Yo entonces, era muy joven, ni siquiera sabía que significaba el surrealismo. Pero la persona que me hablaba, mucho mayor que yo, era un apasionado de René Char y por eso, porque hubo alguien que me recomendó su lectura apasionadamente y a pesar de los años que han pasado, leo estos días a René Char.
Tenía razón aquel compañero de viaje (Iñaqui?). Es apasionante. No es una poesía fácil. Como buen surrealista, explora todas las posibilidades del lenguaje como modo de potenciar la defensa de los valores humanos. Se despoja de prejuicios, mitos, costumbres, preconceptos, creencias, valores arbitrarios y normas absurdas. Nos llena de paisajes, de lugares. De amor por la belleza y la poesía como arte.

CONSUELO (René Char)

Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor:
el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
verdad le amó?
Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja
la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin
tomar parte en ello.
Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.
Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi
amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda:
¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que
no caiga?

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1 Comments:

At 8:07 p. m., Blogger Gatito viejo said...

Tendremos que leer a René Char , entonces . Por el poema que incluyes me parece atrayente .Saludos

 

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