26 junio, 2006

Asun Balzola


Quería ser pirata cuando era pequeña, pero un accidente de tráfico cambió sus sueños. Tuvo que aprender a volar, como Peter Pan, y a través de sus ventanas dibujarnos el mundo.
Tenía una mirada brillante y una voz clara, profunda y llena de color.
Como sus ilustraciones. Como su forma de ver las cosas a través de sus pinceles.
No era descriptiva, sino sugerente. Aprendió a reciclar sus sueños. Desde sus limitaciones físicas se preguntaba a menudo - ¿quién soy?, ¿dónde estoy? ¿hasta dónde puedo llegar?-
Era pacifista y estaba absolutamente convencida del poder de la palabra como arma eficaz, la unica posible.
La noche del viernes, la noche mágica de San Juan, después de un encuentro mágico con Federico Martín Nebras, en la terraza de la biblioteca, alrededor del fuego, del agua y de los haikus, sentados en una terraza, pregunté a Federico por ella. Hacía mucho, mucho tiempo que no la nombraba, que no sabía nada de ella... Esa madrugada, la madrugada de San Juanito, hablamos de ella. La recordé con ternura, recordé aquella otra noche, en la que sentadas en un pequeño café conversamos las dos durante tanto tiempo.
Por la mañana fue el propio Federico el que me dio la noticia. Asun Balzola había muerto esa madrugada, la de la noche de San Juan, la de la luna llena, la de Munia, mientras el aire se llenaba de viento y fuego, mientras los niños se lavaban el rostro en 7 fuentes, mientras las niñas recogían hipérico y verbena.

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