22 octubre, 2011

A través de mi ventana


De nuevo otoño.
Días de libros, de paseos a media tarde acompañada por la luz de octubre.
Huele a otoño.
Hay cierta melancolía en el aire y el viento arrastra hojas y recuerdos.
La soledad tiene el sabor del otoño.
El silencio se abre paso por las rendijas de puertas y ventanas.
Sabe a otoño.
En los membrillos y en las manzanas, en las primeras naranjas brillantes y ácidas.
La serenidad tiene el color del otoño.
Y las pasiones se apaciguan para buscar refugio para el frío.

Cada día aprendo una palabra nueva. La recojo y la saboreo lentamente, paladeando sus consonantes y sus vocales. La escribo cien veces en un papel, para no olvidarla, para que pase a formar parte de mi tesoro de palabras.
Cada día, también pierdo una ilusión. La busco por los rincones de la casa, por las orillas del río, por las esquinas de la calle que se doblan al paso del tiempo.
Me vuelvo escéptica y acumulo decepciones. Nunca aprendo del todo a esquivar las decepciones. Y lo intento, vaya si lo intento.

Camino por las aceras buscando el horizonte. Las casas y los tejados ocultan las nubes. Y yo, decepcionada por no ver el mar detrás de los edificios, miro al suelo. Podía también mirar al cielo, pero no, miro al suelo.
No está tampoco el mar debajo de los adoquines.

Algunos amigos, como las hojas de los árboles, caen en otoño. Cuando llueva, si algún día vuelve a llover, se inundarán las plazas y los jardines. El corazón también se inunda. No damos abasto para achicar las lágrimas.

Vuelve el otoño y el aire huele a leña y a humo, a frío, a sol somnoliento. Las luces de las ventanas madrugan para sustituir al sol en la escenografía de los días.

Vuelven los libros antiguos, los cafés tras los cristales, las mantas sobre las rodillas. 
No somos los mismos que el otoño pasado, pero usamos los mismos objetos, repetimos los viejos ritos, volvemos a añorar, a tener escalofríos, nos duele -de nuevo- la garganta, ponemos los mismos discos -discos de otoño- No, no somos los mismos. Todo cambia aunque parezca que es el mismo otoño una y otra vez.

Miro la calle desde la ventana y escucho a Paul Desmond.

Fotografía: Gregory Crewdson

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5 Comments:

At 9:21 p. m., Anonymous elbucaro said...

Me encanta este post... porque mientras lees la atención va atrapando evocaciones por medio de tus letras. Me gusta el otoño, también pienso que la serenidad tiene colores de otoño. Y me gusta sobre todo el otoño castellano, tú echas de menos no ver el mar, yo aquí junto al mar echo de menos en que los chopos se viste de gala con sus mejores tonos amarillos. Un besote.

 
At 9:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

Algunos amigos, como las hojas de los árboles, caen en las alcantarillas en otoño... Es tan duro lo que escribes, tan hiriente, tan desolador, amigos y alcantarillas son palabras que no deberían ir nunca juntas ¿no crees?
Te presto mi hombro y mis manos, por si te sirven para achicar las lágrimas

 
At 2:02 p. m., Blogger Isabel said...

Gracias Búcaro,por tu lectura, tu atención y tu comentario. ¿Cambiamos chopos por mar por unos días?

 
At 3:33 p. m., Blogger Isabel said...

Tienes razón, anónimo, no es bueno juntar esas dos palabras. No son un buen binomio. Gracias por hacérmelo ver.

 
At 2:11 p. m., Anonymous Anónimo said...

Bueno, a veces las palabras se asocian momentáneamente, Palabras en principio muy dispares, pueden unirse de repente y con motivos fundados. Es una lástima que no hayas perseverado en tu intención inicial. Le resta valor al pensamiento que tuviste de manera espontánea.
Un saludo
Javier G.

 

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