hubiera estado dispuesta a cualquier cosa después que esa canción comenzara a latirme adentro hubiera estado dispuesta a decirte que esta tarde hablé de ti con toda la ternura que conozco hoy estaba dispuesta a cualquier cosa porque ya no te sentí tan tenso o abstraído y te hice reír aquí, ahora, con el lápiz en la mano y dándote la espalda en esa cápsula del tiempo que somos tú y yo juntos las luces brillan más todos los días y no importa quedarnos callados –recostar la cabeza– estar tranquilos. aquí. tú. conmigo. yo, con mi prisa importada del más allá y tú, parsimonioso como siempre, esquivo. y la escritura, amarrándonos a la ansiedad por contar algo Nicole Cecilia Delgado
ahí, sentados, casi cómplices, dispuesta a besarte una mano, besarte tímidamente el pulgar de la mano derecha
que apenas entonces soltaba el volante
y meterla luego entre mis piernas porque hoy llevaba falda y tenía frío.
decirte te acuerdas el día en que nos conocimos yo estaba tan distraída y tan nerviosa y di un mal paso
y me caí como se cae de un árbol una fruta, alfrente tuyo.
pero te ofrecí el humo dulce que traía en los pulmones, casi cómplices y ya, fuimos amigos.
y fuimos otra vez los dueños de la casa de campaña, casi cómplices
con un secreto sin lengua merodeando las entrañas irreconocibles de nuestro gesto más involuntario
(gesto único que ninguno de los dos). nada de nada.
sumida en el perfecto silencio que nos acerca por las noches
hubiera estado dispuesta a cualquier cosa. porque ahí
la calle es una isla con puertas azules y dormidas y el sueño se nos tuerce de mañana.
mañana. voy a despertar temprano y a dejar el agua derramarse porque ayer
porque nosotros. porque el tiempo juega con mi pelo y todo cambia. yo ya no sé.
haciendo las paces –acercándonos sin previo aviso– queriéndonos a ese nivel que nos descubre
simples, inevitables, muertos de risa
hablando del empedrado de las calles que escogimos al azar para ir más lento.
casi cómplices, de nuevo, casi cómplices, obedeciendo al ritmo ritual de nuestro medio:
el viaje, la rueda, un pan dulce mojado en chocolate caliente
las grietas de una banqueta que ha cedido al poder de la raíz.
a cada uno de los dedos de tu mano tocando fondo entre mis piernas.
hubiera podido. estuve a punto.
Etiquetas: Nicole Cecilia Delgado, poemas
3 Comments:
Precioso poema, para leerlo bajo un árbol y dejarse mecer por sus líneas a los sones de la caricia de la brisa.Un besote.
Sí,es un poema muy intenso Aires. Suerte con tu blog :-) Un abrazo
Me gusta lo que escribes, Isabel. Me agrada tu blog por la intimidad poética que contiene. Sin politiqueos y críticas hirientes a nadie. Me produce serenidad leerte. Gracias
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