04 septiembre, 2010

Una historia verdadera.


I.
Luigi se presentó hace unos meses en casa. Regresaba de uno de esos largos viajes, allende los mares y, además de un montón de historias, traía en sus manos una pequeña cajita hecha con varios materiales raros. Me explicó detenidamente cada uno de los mismos y me pidió que la colocara en un lugar seguro porque era muy delicada.

II.
Yo, en mi afán por dejar de acumular objetos y recuerdos, de ir limpiando mi casa y mi vida de todo lo que no no sea absolutamente imprescindible, tuve un pronto repentino y bastante poco usual en mí, y decidí regalar la cajita a mi amiga M. Ella, al contrario que yo, vive una etapa de coleccionismo compulsivo y posee colecciones de objetos de los más distintos estilos que puedan imaginarse. Colecciona abanicos, peonzas, canicas de colores, elefantes con la trompa hacia arriba (dice que traen suerte), dedales, libros y objetos de escuela, y cajitas raras(no sé si se me escapa algo).

III.
A M. le encantó la cajita, pero también le encantó a L. la chica colombiana que tiene ayudándola en casa. Como entre las dos existe una relación generosa y cordial, M. decidió que, puesto que ella tenía tantas cosas, bien podía desprenderse de la cajita que yo le había regalado y dar una sorpresa a su empleada por su cumpleaños.
L. agradeció el regalo con grandes demostraciones de afecto y alguna que otra reticencia -débil- a aceptarlo, y al terminar la jornada de ese día se fue a comer con sus hijos a un restaurante italiano.

IV.
Al salir del restaurante, después de la celebración del aniversario, L. no se dio cuenta de que había olvidado la bolsa con la cajita en el suelo, justo al lado de la mesita en la que habían estado comiendo los riquísimos raviolis con parmesano.
Cuando regresó, apresuradamente al restaurante, la bolsa había desaparecido y nadie en el restaurante la había visto.

V.
El disgusto de L. fue casi tan grande como el de mi amiga M. al enterarse, e incapaz de guardárselo para ella sola, me telefoneó para explicarme todo lo que había sucedido desde que dejé la cajita en sus manos. Honradamente, y por razones obvias fui comprensible con la decisión que había tomado de regalar a su vez mi regalo y la tranquilicé en la medida que pude respecto a ello.

VI.
Luigi es un frecuentador de los rastros de antigüedades de cualquier ciudad, pueblo o aldea del mundo mundial. No se pierde uno: llueva, haga viento, una temperatura de 40º o nieve copiosamente, si los puestos resisten las inclemencias climatológicas, mi amigo Luigi también.
Algún domingo después del aniversario de L. Luigi fue al rastro y, con ese ojo aguzado y entrenado de todos los adictos a los mercadillos, descubrió rodeada de los cachivaches más peregrinos que uno pueda imaginarse, la cajita construida con materiales varios que había traído de allende los mares.

VII.
No dando crédito a lo que veían sus ojos, preguntó el origen de la misma (no consiguió entender la explicación rápida y huidiza del vendedor), y el precio -por supuesto, no hay nada más gratificante por un asiduo visitante de rastro que descubrir que puede conseguir algo interesante y valioso muy por debajo de su precio original- Así que satisfecho con su hallazgo, aunque un poco sorprendido por el mismo, se llevó la cajita por la cuarta parte de lo que había pagado en aquel remoto lugar.

VIII.
Cuando Luigi volvió a visitarme venía con la cajita en una bolsa, dispuesto a comparar la mía y la suya para cerciorarse de su semejanza.
Avergonzada y pillada in-fraganti tuve que improvisar una excusa rápida y una historia, que pareciera lo más verídica posible acerca del verano, las ventanas abiertas de noche y las corrientes de aire, que habían arrastrado la cajita y algún que otro objeto (¡ay! ) haciéndolos añicos contra el suelo.

IX.
MI amigo Luigi que conoce mi incapacidad para desprenderme de los regalos que me hacen mis amigos (la prueba salta a la vista en cada lugar de mi casa) y desconocedor, sin embargo de la cruzada personal e íntima que he emprendido para irme desprendiendo de casi todo, alargó sus manos con un "toma" y un "pues mira que suerte, como si no hubiese pasado nada".

X.
Hoy la cajita ocupa un lugar preferente en el salón. Un lugar en el que es avistada inmediatamente por cualquiera que visite mi casa. Hoy la cajita es poseedora de una historia que tiene como protagonista al viento y al rastro y en la que no aparecen ni M. ni L.
Hoy, he vuelto a atesorar pequeños objetos, recuerdos y regalos, hago sitio, los apelotono, los limpio con el plumero, los acerco o alejo en función de su estilo y no he vuelto a desprenderme de nada que provenga del afecto de nadie.

Pd. Hoy, a partir de este post, Luigi, María y Laura conocerán la historia verdadera de la cajita de allende los mares y yo espero que sepan perdonarme.


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4 Comments:

At 5:36 p. m., Anonymous elbucaro said...

Desde luego después de la vuelta que ha dado la cajita es como para ponerla en una vitrina y colocarle una alarma. Un besote.

 
At 8:59 p. m., Blogger Isabel said...

Después de todo lo que ha pasado, mejor dejarla en manos del destino, Búcaro. Que él decida su futuro :-)
Gracias por el comentario y un abrazo

 
At 10:13 a. m., Blogger lavelablanca said...

"La cajita de madera / la misma que contuviera..."

Entretenida historia, y no se duda que sea verdadera; ocurren todos los días.

(Los duendes han colado una h en "ha aceptarlo". Mil perdones.)

Un abrazo

 
At 1:10 p. m., Blogger Isabel said...

GLUP
Gracias por la corrección Lavelablanca :-. La subsano inmediatamente.

 

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