Olores y recuerdos
"El recuerdo que me dejó mi padre fue su olor a serrín y a tabaco negro"-dice Manuel, de repente, en una terraza sobre las empinadas calles de Candelario.
Durante un buen rato, me deja cavilando acerca de los olores que me dejaron, los seres que tanto amé.
"Cuando nada más subsiste del pasado, después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado… el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas… resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria" -escribió Proust
Y Gamoneda: "Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste de la sosa cáustica".
"Huele a sangre mezclada con espliego, venida entre un olor de resplandores. A sangre huelen las quemadas flores, y a súbito ciprés de sangre el fuego". Añade Alberti
Y Alejandra Pizarnik: "Yo no sé de la infancia más que un miedo luminoso y una mano que me arrastra a mi otra orilla. Mi infancia y su perfume a pájaro acariciado".
Una bolsa de obleas que trae Jesús, me aleja de olores y pasado, para reconducirme por los sabores del presente.
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