15 junio, 2008

En el bosque

IV Jornadas de Animación a la lectura de Arenas de San Pedro (Ávila)


El Puerto del Pico aparece de repente, en una curva de la carretera.
La gente que viaja por esa ruta, suele detenerse en el mirador del Puerto desde el que se divisa una bella panorámica del Valle del Tiétar.
Los pequeños pueblos que conforman el valle están repletos de rosas en esta época del año, y después de las copiosas lluvias caídas durante todo un mes, el paisaje está exultante de belleza, los olores, intensísimos, se cuelan por las ventanillas del coche, mientras descendemos la vertiginosa "montaña rusa" que cruza en algunos momentos la antigua Calzada Romana.

Un viaje hacia uno de esos pocos reductos que aún conservan viejas y buenas costumbres: las charlas al atardecer en las plazas, las sillas en las puertas de las casas, el saludo, incansable, de los vecinos...


Las Jornadas de animación a la lectura se vienen desarrollando en estos parajes desde hace ya 21 años. Desde aquellas primeras en aquel monasterio de las monjas, las posteriores en el Instituto, a estos últimos 4 años en el Bosque (después del exilio).


¿Qué diferencia a estas Jornadas de otras que, bajo epígrafes similares, se organizan a lo largo y ancho de nuestra geografía?


Las jornadas de Animación a la Lectura organizadas por la Asociación Pizpirigaña, siguen siendo uno de esos pocos espacios, capaz de convocar a más de trescientas personas llegadas de todo el país, para participar en un proceso de animación lectora en el que la pasión por la buena literatura se convierte en la única herramienta a disposición de los animadores.

Nada es fácil en esos 3 intensos días en los Bosques del Valle del Tiétar.

Ponencias elaboradas que no ofrecen las clásicas recetas o las repetitivas presentaciones en PowerPoint, o las experiencias concretas de cada uno. Ni pósteres, ni comunicaciones ni ponencias al uso. Sólo intervenciones en las que la poesía, la estética, el arte, la palabra, son los principales protagonistas.

La capacidad de Federico Martín Nebras, para convocar en aquel bello paisaje a los mejores creadores de la literatura de éste y de algún que otro país más allá de nuestras fronteras, resultaría difícil de entender para aquellos que aún no conocen a Federico. Y es, precisamente él, ayudado muy de cerca por un grupo de colaboradores que le acompañan desde hace más de 20 años, el que ha conseguido imprimir un sello que marca el tono de estas jornadas.

¿Que nos ofrece este tiempo sin tiempo, en el que todo parece detenerse bajo unos magníficos árboles centenarios arrullados por el infatigable murmullo del río?

En primer lugar hay que despojarse de las viejas expectativas que se generan ante este tipo de encuentros. Ser capaces de acudir sin prejuicios, dispuestos solamente a estar abiertos al torrente de sugerencias, reflexiones y sensaciones, con las que vamos a ser sorprendidos.

Abre las Jornadas, la conferencia de un sorprendido Felipe Benítez Reyes, que parece sentirse abrumado por un paisaje en el que el discurso corre el riesgo de empequeñecerse si no está sólidamente construido en el interior del que lo expone.

Ya en la primera noche, la proyección del corto, ganador del Goya al mejor corto de animación en 2007, dirigido por Coke Rioboo, “El viaje de Sahib” y el concierto del cantautor gaditano Javier Ruibal, nos permiten intuir que lo que se está haciendo esos días en Arenas de San Pedro va mucho más allá de un simple encuentro para debatir por qué veredas deben caminar los buenos lectores.

La mañana del sábado 7, se abre muy temprano y bajo un tibio sol, con la magnífica intervención (tercera ya en estos encuentros) de los escritores Jesús Marchamalo y Mario Merlino.
Si el segundo año de las jornadas los dos mantuvieron un apasionado “combate” a partir de las preposiciones –puede leerse en el libro que se acaba de publicar bajo el título “Palabras en el bosque”-y el tercer año con las conjunciones –se acabará publicando-, este año la batalla o el dialogo entre los dos han tenido como tema los adverbios.

El silencio entre los asistentes, roto tan solo por los ruidos del bosque, y las voces de los dos escritores, daba la medida del interés de los oyentes por un discurso exquisito, inteligente, y sagaz, en el que ideas y lenguaje iban y venían, sin darnos tregua para, apenas, coger aire.


A continuación, un maravilloso -que palabra tan limitada para calificar a este Poeta-Hombre-Poeta- Francisco Brines, quién a partir de una selección escogidísima de sus mejores poemas iba del nacimiento al amor, de la vida al amor,de la muerte al amor, del sexo al amor... pasando por lo divino y lo humano, por la psicología y la filosofía... para explicar quién había sido y quién era, con esa humildad y esa cercanía de los más grandes.


La tarde del sábado se inicia con la entrega del premio Pep Sempere, en su segunda edición, al Bibliobús de Zamora y la palabra de uno de los mejores narradores que existen en estos momentos en nuestro país: el gallego Quico Cadaval.


A continuación los talleres, repartidos por el bosque a cargo de: FEDERICO MARTÍN NEBRAS
“7 álbumes para infantes y niños" , RAÙL VACAS, Recorrido poético: De la raíz a la hoja” ; MARC TAEGER y ANTONIO SANTOS,“Quince razones y siete sinrazones para ilustrar un libro” ; los bibliotecarios del BIBLIOBÚS DE ZAMORA, “Buscando caminos”; el cuentacuentos camerunés, BONIFACE O´FOGO, QUICO CADAVAL y COKE RIOBÓO.


Por la noche, en el Castillo de la triste Condesa (ni una triste contessa, Alonso...), los Titiriteros de Binefar demostraron que el juego en la calle sigue siendo el más popular de todos los juegos.


El domingo por la mañana se abrió con una intervención del escritor Andrés Ibáñez que se perdió por vericuetos y caminos poco apropiados para un auditorio que esperaba mucho más de quién el año pasado con su: "El oficio de escribir", nos dejó con la boca abierta y el alma llena de inquietudes.


Carlos Marzal, bajo una lluvia que amenazaba, ahora si ahora no, nos hizo un gran regalo de despedida con una conferencia en el que no sobraba ni una coma. Referencias literarias y poéticas, reflexiones sobre el destino de la literatura, sobre qué, por qué, cómo, dónde y de qué manera, leer.


Las microambientaciones, entre conferencia y conferencia, del actor salmantino del grupo La Chana; Jaime Santos, de los Primigenius, de Boni y de un Raúl Vacas que, además de su palabra nos ofreció, junto a su compañera Isabel Castaño el magnífico decorado poético del bosque, pusieron la sonrisa, la nostalgia, el horizonte, la mirada necesaria, el gesto, los puntos suspensivos... todo lo necesario para que nada faltara para que todo fuera.
Gracias amigos, sin vosotros hubiera sido otra cosa.


Un episodio desafortunado con el coche de Emilio Urberuaga y la lluvia -tan extraña en ese tiempo-, se confabularon para que ni éste, ni Quico Cadaval pudieran poner la cereza final a unas Jornadas que siguen siendo una referencia indispensable, una cita mágica, para los que cada año acudimos a esos bosques del Tiétar.

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