12 junio, 2008

Torero

Llegó, venció y convenció.

Vestido de torero, en uno de esos guiños de humor que le caracterizan, apareció puntual en el escenario, se sentó delante de su piano y empezó a interpretar cada uno de esos temas que muchos conocemos, con la garganta de adolescente al que aún no se le ha formado la voz.

La Plaza Mayor se llenó hasta más de la mitad de su aforo. Adolescentes norteamericanos, de visita de estudios en Salamanca, coreaban cada canción y reían a carcajadas las intervenciones entre tema y tema, del canadiense.

Del piano a la guitarra y de la guitarra al piano, solo,en un escenario que parecía reducirse a medida que avanzaba el concierto, para convertirse en el salón de su casa, o en un pequeño bar de suburbio.

Y se lanzó al ruedo, arriesgando temas que parecían imposibles en ese lugar, temas íntimos, casi susurros. Acercándose y alejándose, encandilando al público, mientras acariciaba el piano como si estuviera tocando un Nocturno de Chopin .

Rufus Wainwright es un atrevido que ha llegado en el momento preciso al lugar exacto.
No es un gran cantante, sí un gran intérprete, compositor y sobre todo un entusiasta de lo que hace. Y eso se nota.
Se nota el trabajo bien hecho, la experimentación, el riesgo, la innovación y que detrás de todo eso hay un chico inteligente que sabe muy bien lo que quiere y lo que queremos o deberíamos querer.
Eché de menos a sus músicos. Hubiera sido otra cosa. Pero se me pasó muy deprisa la hora y media que duró el concierto.
Eché de menos alguno de los temas de Leonard Cohen, que interpretaba en la película homenaje al autor: "I'm your man".
Pero me conformé con verle tan de cerca, con escuchar el Alleluja o Cigarettes and chocolates milk.
Con descubrir que es de carne y hueso y no sólo el fruto de un sueño de una noche de verano.

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1 Comments:

At 1:02 p. m., Blogger lourdes said...

Hubiese sido estupendo escucharlo en un pequeño bar.

 

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