22 febrero, 2008

El arte del silencio


Ayer, mientras veía la película de Paul Haggis "En el valle de Elah", pensaba lo importante que resultaba, en cualquier arte, administrar bien los silencios. En esta película hay grandes momentos en los que el silencio se apodera de todo. Te da tiempo a contener la respiración y a esperar la próxima palabra, el próximo gesto. No son silencios incómodos, sino expectantes, como cuando conversas con una amigo/a, que escucha lo que le estás contando y luego hace una pausa, respira hondo, y busca la mejor respuesta, la mejor palabra para responder a tus inquietudes.

Hoy leo la ponencia presentada por Cecilia Bajour en el Foro "Pido gancho. Textos, voces e imágenes", realizado dentro del marco de las Jornadas de Formación e Intercambio " Mediadores a la vista", durante la 18ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, 26 de julio de 2007).

El título de la ponencia es este: "La artesanía del silencio" y la introducción dice así:

No decirlo todo. Insinuar. Sugerir. Callar. Mostrar a medias. Todo arte se vale de este delicado equilibrio entre lo que dice y lo que calla. Entre lo que muestra y lo que oculta.

En los libros que celebran esa tensión entre lo dicho y el silencio se vislumbra una trama de decisiones artísticas que tienen que ver con la escritura, con la ilustración, con la edición. En todas esas decisiones hay una representación sobre el lector. ¿Cuánto se le dice y cómo? ¿Qué riesgos depara la medida del decir y del mostrar para la historia, el poema, la imagen? ¿Qué consecuencias tiene para el que lee y qué se espera de él? ¿Cómo se hace para que lo sugerido no signifique un abismo insalvable en el diálogo entablado con el lector y sí un horizonte hacia donde se puede caminar construyendo sentidos? ¿Dónde está el borde que marca el exceso en el decir y el mostrar?

Estas preguntas, posibles para toda manifestación artística, se vuelven especialmente necesarias cuando de literatura infantil y juvenil se trata.

Una literatura que en muchas ocasiones suele encontrarse cómoda en la explicación abundante, en la mostración y demostración o en la reiteración como formas de tender una red de protección al lector. Una literatura que a veces teme demasiado el riesgo y por eso, en el balance entre el decir y el callar, tiende a asegurar los sentidos, a no dejarlos librados al juego inapresable del texto y del lector. El miedo a que este se pierda, a que no vaya en la dirección prevista de antemano, tiene consecuencias muy visibles en la artesanía de los textos y de las imágenes.

Y creo que esta es una de las fronteras más importantes entre la buena y la mala literatura, ente el buen y mal cine, entre una buena conversación o una charla banal: la forma de construir los silencios, lo que no se dice, lo que permanece oculto entre líneas y que es, sin embargo, fundamental para la historia que nos están contando. Lo que nos hace posible intervenir, no ser meros expectadores/lectores/oyentes... Lo que dignifica y sugiere, lo que nos hace crecer, interrogarnos, inquietarnos y nos deja con ese buen sabor de boca de las cosas bien hechas.

Agradezco el esfuerzo de todos/as aquellos que utilizan el arte del silencio para ofrecernos lo mejor de sí mismos/as.

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1 Comments:

At 1:27 p. m., Blogger lourdes said...

Uhm, el silencio...

 

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