Sabes...
A veces una es consciente de que hay esfuerzos que no valen la pena, que parecen estar condenados, que son inútiles y absolutamente devastadores para el alma y el cuerpo que, agotados, se dejan caer en un sofá del que cuesta levantarse.
Todo parece confabularse en ese preciso momento contra nosotros, y la suerte -maldita sea- nos la juega a cada paso, como esas fichas de dominó que caen sin remedio al soplar levemente sobre la primera.
Los días se suceden entonces, con la desolación propia de la desesperanza y no nos queda más remedio que abandonar el sendero por el que, hasta hoy mismo, caminábamos luchando contra los elementos.
Sabemos que no podemos darnos por vencidos. Que la vida dura un soplo o dos telediarios, que más vale pájaro en mano que ciento volando, que al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija...
Sabemos que de nada sirve decir no puedo más y aquí me quedo, que el sol volverá a salir mañana, que aprietan pero no ahogan...
Todo esto lo sabemos y lo sabremos cada vez que nos encontremos con un muro, con un vacío, con una desilusión. Cada vez que los días amanezcan grises, que no encontremos sentido a lo que hacemos, que las puertas parezcan estar cerradas.
Podemos abandonarnos, dejarnos solos, esperar sentados en el sofá un golpe de suerte, un cambio de sentido, una curva redentora, un puente de plata...
O podemos también burlarnos del destino, buscar nuevas experiencias, zarpar en cualquier barco, construirnos unas alas y volar sobre los tejados oteando nuevos horizontes.
Todo parece confabularse en ese preciso momento contra nosotros, y la suerte -maldita sea- nos la juega a cada paso, como esas fichas de dominó que caen sin remedio al soplar levemente sobre la primera.
Los días se suceden entonces, con la desolación propia de la desesperanza y no nos queda más remedio que abandonar el sendero por el que, hasta hoy mismo, caminábamos luchando contra los elementos.
Sabemos que no podemos darnos por vencidos. Que la vida dura un soplo o dos telediarios, que más vale pájaro en mano que ciento volando, que al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija...
Sabemos que de nada sirve decir no puedo más y aquí me quedo, que el sol volverá a salir mañana, que aprietan pero no ahogan...
Todo esto lo sabemos y lo sabremos cada vez que nos encontremos con un muro, con un vacío, con una desilusión. Cada vez que los días amanezcan grises, que no encontremos sentido a lo que hacemos, que las puertas parezcan estar cerradas.
Podemos abandonarnos, dejarnos solos, esperar sentados en el sofá un golpe de suerte, un cambio de sentido, una curva redentora, un puente de plata...
O podemos también burlarnos del destino, buscar nuevas experiencias, zarpar en cualquier barco, construirnos unas alas y volar sobre los tejados oteando nuevos horizontes.
Etiquetas: diario, Paco Ibáñez, Palabras para Julia
5 Comments:
Se me antoja que, no se, tienes algo en común con Luz Casal en tus reflexiones acerca de la vida. La escuché anoche precisamente.Espero y deseo no molestar con la comparación.
Abrazo fuerte / Rosi.
Tú nunca me molestas Rosi. ¿y cómo podría molestarme esto?
Un abrazo fuerte
Sísifo fue condenado a empujar un peñasco montaña arriba,indefinidamente,parece un esfueszo inútil,pero los dioses no pensaron que acabaría siendo un gran atleta con tanto entrenamiento.Un saludo Miguel
Una buena historia, Miguel. :-)
Gracias.
Con qué facilidad enlazas las palabras...y es más, lo que escribes en concreto hoy es como me me siento yo tanta veces, pero no puedo transmitirlo tan bien como tú. Me sirves de "desahogo" al leerte. Gracias.Rosa
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