12 abril, 2009

Sierra de Gata

El sábado amaneció con un esplendido sol y un cielo limpio, después de un viernes frío y gris.
El autobús, lleno de viajeros parlanchines, a pesar de la hora tan temprana, cruzó la llanura que une Salamanca con Ciudad Rodrigo en menos de 1 hora, gracias a la autovía que une las dos localidades.

Una vez en Ciudad Rodrigo, tomamos la carretera de Coria, pasando por la controvertida presa de Irueña -una presa arco de gravedad, de 89 m de altura sobre cimientos, situada en el cauce del río Águeda, uno de los más importantes afluentes del Duero- y una de las obras que mayor impacto ambiental han supuesto en los últimos 20 años para la provincia de Salamanca.

La primera parada la hacemos en Robleda, pequeño municipio de Salamanca en la comarca del Rebollar. Un pueblo en el que, a falta de buenas tierras de cultivo, se desarrollaron actividades de transporte con carros de madera, en que algunos lugareños llevaban de unas partes a otras de las distintas regiones toda clase de productos, como trigo, lana, sal cerámica, leña, o carbón vegetal hasta los años 50 del presente siglo, y llegó a justificar el mote colectivo de carruchinos, todavía usado hoy para designar a los rebollanos.

Continuamos viaje por la Cl-526, dirección Coria, pasando por Villarrubias y dejando a un lado Peñaparda para desviarnos hacia El Payo por la comarcal 226.
Una vez allí, nos encontramos con un pequeño inconveniente: la carretera que debemos tomar en dirección a San Martín de Trebejo y que nos lleva al punto de inicio de la ruta a pie - en Santa Clara- aparece cortada por obras.
Salvada esta contrariedad llegamos a nuestro punto de destino en el que comenzaremos una ruta caminando de 7, 5 km. descendiendo el puerto que une Castilla-León y Extremadura por un viejo camino de piedra, restos de la antigua calzada romana que unía Ciudad Rodrigo y Coria.

Durante todo el trayecto estamos rodeados de un espeso bosque de quejigos (roble sobre todo), pino y castaño. El agua aparece en forma de riachuelos y abundan los helechos, líquenes, grandes rocas cubiertas de un espeso musgo, mucho brezo y matorral bajo. La apariencia del paisaje es fantasmagórica a veces, con los grandes troncos de inmensos robles y castaños que por momentos parecen formar parte de un inmenso decorado de leyendas mágicas.

A medida que descendemos aparecen abundantes retamas amarillas y blancas de flores exuberantes y olor intenso, jaras y varitas de San José.

Casi llegando a la preciosa población de San Martín de Trevejo, el bosque se abre dando paso a extensiones de olivares y vides, verdes pastos y flores de clima cálido.
San Martín de Trevejo (San Martín de Trevellu en la Fala) es un pueblo perteneciente a la provincia de Cáceres enclavado en un valle a los pies del monte Jálama (1492 m.).
Sus calles son sinuosas y estrechas y por ellas corre el agua todo el año.
Sus gentes comparten con los pueblos vecinos una peculiaridad lingüística " A fala".

Sus casas construidas en el arranque con muros de piedra, con sus escalinatas de peldaños de granitos llamados popularmente (Pollos) para acceder a la vivienda, y las vigas de maderas o vuelos de la vivienda que sobresalen a la altura del primer piso en cuyos bordes se decoran con figuras de rostros humanos son características comunes en casi todas las construcciones; constan esta viviendas en su generalidad de tres plantas, la planta baja sirve de Bodega y para el ganado, la primera planta para la vivienda y la segunda planta para desván o almacén.


Después de un breve descanso salimos de San Martín, caminando rumbo a Villamiel.
El camino que une las dos localidades (una subida importante), no está en las mejores condiciones y esto, unido a la pendiente del terreno, lo convierten en un paseo no muy apto para los que no estén muy habituados a las caminatas. La ruta tiene 3,5 km y un desnivel de 100 m.
Es un poco dura, pero merece la pena por la belleza del recorrido
A mitad de camino hacemos un alto para admirar el magnífico paisaje que se nos ofrece. A lo lejos la Serra da Estrela portuguesa.
En poco más de 1 hora, llegamos a Villamiel.

Villamiel, en la Alta Extremadura, es un pequeño pueblo de perfil medieval. Es el pueblo más alto de la comarca (733 m.), rodeado de huertos familiares junto a viñas, prados y olivos. De su conjunto urbano llaman la atención sus calles y casas señoriales como el Palacio del Deán José de Jerez del s. XVII. Destaca la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena, en la que en una de sus fachadas hay un sillar con la siguiente inscripción: "no hay cosa que más despierte que dormir la muerte".

Llega la hora de reponer fuerzas después del viaje, así que decidimos subir a Trevejo y, antes de visitar esta pequeño y sorprendente pueblo, comer en un mirador desde el que divisamos la gran belleza de toda la pedanía.
La visita a Trevejo la hacemos por la tarde, después de comer.
Declarado de interés Turístico, Trevejo es un apacible lugar de hermosas casas tradicionales.
No hay escuelas, ni alcalde, y el pueblo está en casi perfecto estado de conservación. Las restauraciones que se han hecho se han realizado con exquisito cuidado, respetando la arquitectura popular y el paisaje en el que está enclavado a la perfección.
Se puede apreciar la forma característica de construcción serrana destacando los balcones de madera y el uso frecuente de granito, pizarra y barro.
Como nota medieval, tiene un castillo en ruinas del siglo XII. A su lado encontramos la iglesia de San Juan.
El castillo de Trevejo tiene una silueta, desmochada y romántica, vigila desde un cerro granítico las sierras de Garduño, San Pedro, Albilla y Cachaza, y a sus pies, al oeste y al sur, el oleaje vegetal de viñedos, olivos, robledales y pastos, y en primavera el estallido blanco y dorado de la retama, las genistas y los escobones.

Ya en autobus, realizamos el viaje en sentido inverso regresando, esta vez por carretera, a San Martin De Trevejo, para dar un paseo más calmado por sus calles y probar algunos de sus vinos en las numerosas bodegas que hay por todo el pueblo.

El viaje de regreso a Salamanca, lo realizamos cogiendo la carretera EX-205 (Valverde del Fresno-Hervás), pasando por la localidad de Hoyos, para tomar de nuevo la carretera que une Coria con Ciudad-Rodrigo
El paisaje que atravesamos es abrumador por su belleza, la sierra en todo su esplendor primaveral, los tupidos bosques, las flores estallando en colores, las tonalidades de la luz del atardecer, el cielo pintado de nubes... y para que nada faltara un inmenso y perfecto arco-iris.

La Sierra de Gata es, posiblemente, uno de los lugares mas bellos y desconocidos de España: un reducto de naturaleza virgen y formas de vida propias de antaño, conservadas en el tiempo por el casi total aislamiento de comunicaciones hasta hace muy pocos años y que merece la pena descubrir con calma y sin avasallar.

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3 Comments:

At 12:37 p. m., Blogger lourdes said...

¡Y qué me dices de las agujetas!

 
At 2:24 p. m., Anonymous Anónimo said...

¡Qué gusto!
Una naturaleza que nos muestra toda
su plenitud, con sus tesoros botánicos:
Ese musgo que trae la vida, el color y el movimiento.
La retama con bellas flores amarillas.
la hiedra que trepa buscando la luz más elevada.
Algunas flores creciendo ente lo inerte(juntas, la vida y la muerte).

Aromas, sonidos y colores traídos por la efímera primavera."Ahí, al
alcance de nuestro corazón y nuestras manos"."Ahí,puestas como si alguien las hubuera dejado por descuido o por azar".

Por los buenos recuerdos y las
personas generosas.

Un abrazo, Chiqui.

 
At 3:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me ha gustado tu reflexión final, yo opino lo mismo y no es porque sea de la Sierra. He viajado y he visto sitios diferentes, pero no con mas encanto.

 

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