08 septiembre, 2008

El oficio de vivir


Debajo del abedul del campito, termino esta tarde de leer, "El oficio de vivir", el magnífico diario en el que, desde 1935, el escritor italiano Cesare Pavese recogió sus reflexiones, hasta el momento de su suicidio con 42 años.

El libro, publicado por Seix-Barral es una edición íntegra y definitiva de de la edición italiana de 1990, basada en el manuscrito autógrafo que se conserva en la Universidad de Turín, que enmienda numerosos errores de la transcripción de las ediciones anteriores y restituye más de treinta pasajes omitidos total o parcialmente en ellas, por hacer referencia a personas vivas o por juzgarse su contenido «demasiado íntimo y sensible». Está traducida por el poeta y traductor Ángel Crespo.

La soledad, el amor, el sexo, la amistad y la muerte, están presentes en cada una de las páginas de este diario. Reflexiones sobre la política, la poesía, el arte y en todo momento las reflexiones más íntimas, las que se hacen tantos seres humanos alguna vez en la vida.

"el único modo de escapar al abismo es mirarlo, medirlo, sondearlo y descender a él", dice Pavese. Y en eso quizás consistió su oficio, su oficio de vivir, en ese medir sus posibilidades de ese descenso a los abismos de la escritura y de la vida.

"En el mundo nunca estamos completamente solos. En el peor de los casos nos acompaña un muchacho, un adolescente, y, más adelante, un hombre hecho: nos acompaña todo lo que nosotros hemos sido", y todos los Paveses que él fue, van apareciendo como sombras con las que dialoga a lo largo de las páginas, de los días.

“Descubrí hoy que el hecho de que cada uno de nosotros recorra y vuelva a recorrer continuamente sus propios rieles, te angustió durante cierto tiempo, y luego se te aparecieron como un premio gozoso al esfuerzo vital; y, en efecto, desde entonces no volviste a quejarte, sino que indagaste con gusto cómo se van formando en nuestra infancia estos rieles. Concluiste con el descubrimiento del mito-unicidad, que funde tus antiguas contrariedades psicológicas y tus intereses mítico-creadores más vivos" Ese regreso necesario a la infancia, el lugar de los mitos, de los símbolos, el lugar de la creación y el origen.

Dijeron de él que fue un misógino, o quizás un hombre que nunca se sintió querido, y que nunca obtuvo la confianza del amor: “Recuérdese que hacer poesías es como hacer el amor: Nunca se sabrá si la propia alegría es compartida”.

También su desilusión frente a la literatura. Desde hacía unos años, ningún libro conseguía atraparle: "Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más" dice en su diario antes de morir.

Día a día, año tras año, recorremos el camino que Pavese fue recorriendo antes que nosotros, mientras la presencia de la muerte y el suicidio, van llenando de sombras el recorrido

La mañana del domingo 27 de agosto de 1950, el camarero del Albergo Roma toca a la puerta de la habitación 346 sin obtener respuesta. Como sabe que el inquilino no ha salido, avisa al dueño del hotel. Al entrar con la llave maestra, descubren a Pavese, acostado en la cama. Parecía dormido, pero en realidad, no despertaría más.

Mañana, 9 de septiembre, hubiera cumplido 100 años.



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