13 noviembre, 2007

ADIÓS AMIGO

Hubo una vez un hombre bueno.
Un hombre generoso, como sólo saben serlo las personas grandes. Con esa rara capacidad de dar siempre, sin esperar nunca.

Érase una vez un hombre limpio. Con esa limpieza de corazón en la que nada falta, en la que nada sobra. Capaz de darnos siempre lo mejor de sí mismo, capaz de sacar de nosotros lo mejor de nosotros mismos.

Había una vez un hombre digno. Que hizo del silencio un refugio siempre abierto a nuestras palabras.

Amó el mar, y los grandes bosques encendidos del otoño.
Amó la música, la literatura, el cine, la poesía, la pintura y el barro.
Amaba muchas cosas y era capaz, desde su silencio, desde su sosiego, de provocar en nosotros la curiosidad y la pasión por ellas.

Nos regaló muchos buenos momentos, muchas bellas miradas, captadas desde su cámara fotográfica, que siempre llevaba consigo –aquella pequeña funda roja colgada de su hombro...

Compartió siempre con nosotros lo mejor. Las risas, las largas charlas hasta la madrugada, los buenos vinos y su buen gusto por la buena mesa. Compartió viajes, paseos, conciertos bajo las estrellas o acurrucados en las butacas de cualquier teatro, mientras le veíamos seguir el ritmo de la música con los dedos de la mano.
Nos dio muchas cosas sin decir que nos las daba, como si tal cosa, como si nada.
Las dejó ahí, al alcance de nuestro corazón y nuestras manos para que las cogiéramos, como si las hubiera dejado por descuido o por azar.

Hay un amigo, que es amigo de muchos y amigo de cada uno, que vive ya en nosotros para siempre. Un amigo al que ES fácil querer. Muy fácil.

Y a su lado hubo una mujer. Y fueron 2. Y fueron 1. Pero esto ya es otra historia...

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1 Comments:

At 10:21 a. m., Blogger urahdal said...

se te acompaña en el sentimiento y en el gesto y en Piazolla arrodillado, con esa ofrenda de música y suspiro.

 

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