14 junio, 2009

Mañana de domingo (lluvioso)


Preguntarse, de veras, si la tierra

ha tenido razones para olvidar

aquello que se extingue por el frío,

lo que queda hermosamente oculto

de un invierno tan pertinaz que duele

de su empeño por congelar

el corazón caliente de los campos;

preguntarse si la piel de los tilos,

o la serenidad del almendro, o la fuerza

de un brote de una encina

han dejado la medida real de la naturaleza

o la ocultan como una confidencia

tan sólo revelada lejos del tornasol

de los primeros hielos.

Y ser capaz de esperanzar al hombre

en ese empeño de convertir en luz

la sombra que, en las amanecidas,

describe la hojarasca encima de su lecho;

y hacer en la conciencia de la tierra

en ese declinar y volver a los blancos

destellos de los lirios,

una herramienta fiel al paso de los hombres.

Porque nada es consciencia

si no se observa el ritmo de las cosas,

su crepitar de luces

y su apagada humillación y olvido.

Porque nada sobrevive al paisaje

si no es la fértil

cobardía de la naturaleza.

Preguntarse si extinguida la fronda

de lo humano alguien sabrá volver

a florecer la tierra, a ser semilla,

fruto.

Javier Lorenzo Candel (Albacete, 1967) es autor de libros de poemas como Hotel Central (Sial, 2001) y Juegos de construcción (Visor, 2004). Premio Fray Luis de León.

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1 Comments:

At 10:38 a. m., Anonymous conchi said...

Precioso Isabel. Este es uno de esos poemas en que mi ánimo se transforma en melancolíco-féliz en el que tanto me gusta estar...

Un abrazo. Conchi

 

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