Mañana de domingo (lluvioso)
Preguntarse, de veras, si la tierra
ha tenido razones para olvidar
aquello que se extingue por el frío,
lo que queda hermosamente oculto
de un invierno tan pertinaz que duele
de su empeño por congelar
el corazón caliente de los campos;
preguntarse si la piel de los tilos,
o la serenidad del almendro, o la fuerza
de un brote de una encina
han dejado la medida real de la naturaleza
o la ocultan como una confidencia
tan sólo revelada lejos del tornasol
de los primeros hielos.
Y ser capaz de esperanzar al hombre
en ese empeño de convertir en luz
la sombra que, en las amanecidas,
describe la hojarasca encima de su lecho;
y hacer en la conciencia de la tierra
en ese declinar y volver a los blancos
destellos de los lirios,
una herramienta fiel al paso de los hombres.
Porque nada es consciencia
si no se observa el ritmo de las cosas,
su crepitar de luces
y su apagada humillación y olvido.
Porque nada sobrevive al paisaje
si no es la fértil
cobardía de la naturaleza.
Preguntarse si extinguida la fronda
de lo humano alguien sabrá volver
a florecer la tierra, a ser semilla,
fruto.
Javier Lorenzo Candel (Albacete, 1967) es autor de libros de poemas como Hotel Central (Sial, 2001) y Juegos de construcción (Visor, 2004). Premio Fray Luis de León.
1 Comments:
Precioso Isabel. Este es uno de esos poemas en que mi ánimo se transforma en melancolíco-féliz en el que tanto me gusta estar...
Un abrazo. Conchi
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