Entrar con buen pie
Iain Blake |
¿Con cuál de los dos? -me pregunto. ¿cuál será el bueno?. Miro mis pies alternativamente. Uno parece ser un pelín más grande. No somos simétricos -recuerdo-. Uno está a mi izquierda y otro a mi derecha. Para los que me miran, es al revés. Cuestión de perspectiva, como todo.
Entrar con buen pie. Pero ¿dónde?. Feliz salida y entrada -dicen- Pero ¿de dónde salimos, en dónde entramos?. Vuelvo a mirar mis pies y busco una puerta. La de la salida y la entrada. Todas las puertas se parecen, blancas, marrones, algunas -más osadas-son verdes. Verde carruaje, dice mi madre. Pero éstas suelen ser puertas exteriores, puertas a un jardín o un patio, o puertas portuguesas. A los portugueses les gusta el verde. Bueno, también les gusta pintar las casas de rosa o amarillo. "Del rosa al amarillo" ¿no era el título de una película de Summer?.
Vuelvo a mirar mis pies. Tengo que comprar zapatillas de casa nuevas. Unas calentitas para el invierno. Éstas que llevo ahora las compré en un mercadillo en Badajoz. Son de florecitas pequeñas azules. Son bonitas pero no calientan los pies. Esos pies con los que tengo que entrar bien en algún sitio.
¿Estoy divagando? -me pregunto- No lo sé. Y este "no lo sé" me ha recordado a una canción que cantábamos cuando éramos pequeñas. Es decir, lo he pensado en el mismo tono de la canción. "Diviso una babosa, la piso o no la piso, zas, la pisé. La llevo en el zapato, la tiro o no la tiro, zas, la tiré. ¿Se ha morío? No lo sé.". Así, igual que en la canción, lo he dicho con el mismo tono.
Sigo sin saber cuál es el pie adecuado para traspasar el umbral hacia la entrada sugerida. Tendré que decidirme por uno. Echaré los dados. Antes escupiré sobre ellos, como hacían en las viejas películas del oeste americano. ¿Por qué escupirían?. Creo que les daba suerte, o lo creían ellos. Allí morían por cosas tan pequeñas como un dado. Ahora morimos echándole mucho cuento. Una muerte teatral, con la escenografía de los inmensos tanatorios a las afueras de las ciudades. Antes se velaba al muerto en casa, decían mi madre y Julia el otro día frente a la chimenea. Demetrio habló de las plañideras. Curiosa conversación de fin de año. Eso fue antes de comer las uvas. Unas uvas que tenían el hollejo tan duro que se nos amontonaron dentro de la boca y fuimos incapaces de tragar. ¿Y si esto fuera señal de mal augurio?. Entonces daría igual lo del pie y la entrada. La suerte ya estaría echada. Nada de lo que pueda hacer después, servirá. Uf.
Por si acaso elijo un pie, sin dados ni monedas. El pie izquierdo. "Hoy te has levantado con el pie izquierdo"-decía mi madre cuando nos levantábamos de mal humor. Pues eso, el pie izquierdo. Aunque, hoy en día, lo izquierdo está muy devaluado. Pero "lo derecho" tampoco está para tirar cohetes. ¡Qué miedo le dan a Jara los cohetes!. Se esconde debajo de la cama temblando, incapaz de entender que son esos ruidos que, de repente, tanto nos gustan a los humanos. Tenemos gustos extraños los humanos. Vistos con ojos de perro deben ser extrañísimos incluso me atrevería a decir, bastante estúpidos y sin sentido. A veces, cuando miro a la gente bailar, me entra la risa. Esas contorsiones, esos movimientos... Si apagáramos la música sería mucho más ridículo aún.
Venga, el pie izquierdo. Y ahora la puerta de entrada a.....¿adónde?. Al nuevo año -me dice mi sobrina de seis años que, como todos los seres humanos de seis años, son mucho más lógicos y prácticos que yo-. Al nuevo año... y ¿por dónde se entra al nuevo año?. De nuevo, mi sobrina, tiene la respuesta -Por las campanas- Al nuevo año se entra por los campanarios. ¡Y yo buscando una puerta!. Pero para subir a un campanario necesito fuelle o alas y en el primer caso, los dos pies. "Pon los pies en el suelo" me decía mi madre cuando se me iba la cabeza a las nubes. Yo siempre he vivido con la cabeza en las nubes, o a pájaros, que también se dice. Y los pies se me iban detrás. Nunca he tenido una mente práctica ni he sido realista. "Antoñita la Fantástica -repetía mi madre a menudo. Pero para tener la cabeza en las nubes y los pies en el suelo, una se tiene que estirar mucho, como Alicia y comer galletas o beber de una botella con poderes mágicos. Yo tardé mucho en beber alcohol. Sólo bebía coca-cola. Litros de coca-cola. Ahora sé que era muy malo. Antes no lo sabía. Antes no era malo casi nada. Ni fumar, ni beber, ni el café, ni el chocolate, ni el chorizo. Antes la gente bebía, fumaba y comía sin preocuparse de nada. Y no hacían "running" más que para coger el tren o el autobús o cuando llegaban tarde a algún sitio. Antes todo parecía más sencillo. Ahora todo es malo para algo y hay que beber mucha agua y correr y comer lechuga y pescados a la plancha para vivir muchos años. Parecen haber encontrado el secreto de la eterna juventud.
Pero los años pasan igual. Y se entra en un nuevo año como antes. Comiendo doce uvas, a través de un campanario y eligiendo un buen pie.
Pues vamos a ello. Feliz entrada a todos/as.
Etiquetas: Ana Moura, Com a cabeça nas nuvens, diario, Iain Blake
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